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4.8.06 

Articulos de Opinion 4-8-06

UNA MIRADA RÁPIDA AL DEBATE SOBRE EL FUTURO DE CUBA*
Aurelio Alonso

Las líneas que siguen fueron redactadas en respuesta a un cuestionario presentado a un grupo de 6 estudiosos cubanos y publicado bajo el título de «Cuba: los dilemas del futuro. Un debate sobre Cuba a partir del discurso de Fidel en la Universidad de La Habana», La Jiribilla, No.
La construcción revolucionaria socialista en Cuba ha sido conducida por Fidel Castro durante casi medio siglo, y por obvias razones biológicas las figuras de la generación que protagonizó la lucha por el poder y sentó las bases de una nueva sociedad, abandonarán el escenario en un plazo relativamente corto. No podemos contemplar el problema de la sucesión como posibilidad sino como un hecho inexorable que acontecerá en un futuro cercano.
Hasta hace muy poco tiempo se eludía entre nosotros el tema, tabuado tal vez por la sospecha del morbo que pudiera rondar esa especulación. Cuando se nos preguntaba qué va a pasar en Cuba el día en qué Fidel no esté (elipsis para no mencionar la muerte) nos solíamos limitar a buscar respuestas ingeniosas, también elípticas, o a emitir juicios rotundos hasta el ridículo para asegurar que todo va a marchar igual, que nada cambiará, que la sociedad cubana está totalmente preparada, que "el relevo"está ahí, que el partido es inmortal.
Lo cierto es que pareciera que no nos hemos detenido suficientemente a reflexionar, y mucho menos a debatir públicamente sobre ese futuro; nosotros los cubanos, que vivimos esta realidad y vamos a tener que vivir la venidera, y dejáramos que el debate se quede en manos externas. Manos no siempre adversas, claro está, y preocupadas a menudo por el porvenir del socialismo, dentro y fuera de Cuba. La cosa es que otra vez, en este tema como en muchos, un debate claramente cubano por su contenido nos entra de rebote.
La importancia del asunto radica en el impacto que va a significar el hecho mismo para los cubanos, para el trayecto de construcción de una sociedad de equidad y justicia, de solidaridades intensas, proclamada socialista, que al cabo él habrá dirigido durante medio siglo con un sello marcadamente personal, tanto en lo que toca a las coordenadas del proyecto como en las decisiones coyunturales. Un camino forzado, por un bloqueo implacable, a zigzagueos estratégicos, para asegurar supervivencia, resistiendo en condiciones apreciables de austeridad para la población, bajo una permanente amenaza de agresión que se potencia en momentos críticos, restringida en la aspiración de dar al pueblo satisfacción de buena parte de sus necesidades básicas. No hace falta continuar este rosario para dibujar el paisaje socioeconómico que ha atravesado el país. A lo que intento aludir es a la realidad concreta, no a juicios de valor.
No habría motivos ni argumentos para pronosticar que el proyecto socialista cubano se vaya a hacer inviable cuando falte Fidel. Sin embargo, su salida del espacio de la toma de decisiones políticas significará la sacudida más intensa que deba experimentar la conducción del socialismo cubano. Creo que esa es una verdad de la que nadie debería dudar ni extrañarse, y que sería suficiente, aun sin entrar en otras consideraciones, para no hacer espacio a respuestas que banalicen el hecho mismo.
Cuando me preguntan acerca de esta perspectiva comienzo por decir que no puedo prever qué pasará, pero que puedo expresar mi criterio de lo que debiera pasar. Me baso ahora en esa reflexión, que he repetido en varios lugares, porque no se trata de una respuesta ocasional sino de cómo pienso, en realidad, ese futuro, y porque se conecta con todo lo que voy a decir después.
La conducción de nuestro proceso revolucionario (no me voy a permitir generalizaciones aquí) se sostiene en una doble legitimidad: la legitimidad carismática (categoría bien definida en el plano teórico desde Max Weber), basada en las capacidades y el consenso de un liderazgo histórico, personificado en la figura de Fidel, intransmisible e irrepetible por razones diversas, incluida la del genio o el talento de conductor. Por otra parte, la legitimidad institucional, basada en instrumentos políticos y jurídicos que se adoptaron desde mediados de los años setenta y que tuvieron una parcial renovación en los comienzos de los noventa, aunque retienen en medida apreciable el signo visible del diseño estructural y funcional de la burocracia soviética, con componentes positivos pero probablemente también con algunos de los defectos que hicieron que el socialismo sucumbiera en un país tan poderoso.
En la concurrencia de esas dos legitimidades en los órganos de poder el liderazgo carismático ha prevalecido, por razones obvias, sobre el institucional. Dicho sin rodeos, hoy la autoridad del Comandante en Jefe (único título que abarca todos los poderes y que desde su formalización al reestructurarse los grados militares, creo recordar, se acordó que desaparecería con Fidel), es decisiva e incuestionada en el Buró Político del PCC, en la Asamblea Nacional del Poder Popular y en el Consejo de Estado. También, por supuesto, en las Fuerzas Armadas, en las cuales, en todas las latitudes del Mundo, el Jefe de Estado deviene Comandante en Jefe en estado de guerra. Esto hace que los órganos máximos de decisión, que son, intencional y explícitamente colegiados (fueron concebidos así) se someten al liderazgo personal.
Recuerdo, entre paréntesis, que no falta quien haya cedido a la equívoca apariencia de que en la esfera del poder civil predomine un canon de estado de guerra, cuando el país vive en estado de paz. Aún si el país se ha visto forzado a vivir el estado de paz como si fuera un estado de guerra.
Tal concentración del liderazgo puede haber dado lugar a algunos desaciertos (estoy muy distante de la posibilidad de juzgar), pero ha permitido una coherencia al proyecto revolucionario, la continuidad de un consenso en torno a la soberanía, y la vitalidad de ideales de justicia social, y solidaridad, que después de un azaroso itinerario han encontrado al fin el eco apropiado en nuestro continente. La retención de esos logros, y el desarrollo de nuevos niveles de realización requerirán, a mi juicio, de un cambio en los dispositivos de poder.
En el plano ideal yo diría que la salida de la generación del liderazgo histórico del mapa político debe implicar un tránsito de esta conjunción de liderazgos a una nueva relación, en la cual los esquemas colegiados se superpongan a la voluntad individual en la toma de decisiones y en el diseño de estrategias. De hecho, es lo que se desprende de la Constitución: que el Presidente no lo es del país sino de un Consejo de Estado, y que cuando su propuesta no logra mayoría, se debe someter a la decisión colectiva. Algo similar debiera acontecer con relación a las facultades del Jefe de Estado dentro de la Asamblea Nacional.
No es nada para lo que se tenga que legislar, que tampoco significa que no se vayan a hacer pertinentes cambios institucionales. Pero éstos no saldrían de la adopción de ningún implante artificial de los patrones de la democracia liberal, sino de las exigencias propias del sistema, partiendo de una institucionalidad que, por insuficiente que sea, no ha dado todo de sí. Es un área en la cual los "consejos desde fuera", incluidos los mejores intencionados, tienen poco que aportar.
La intervención de Fidel Castro del 17 de noviembre de 2005, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, impresionó a la audiencia porque transmitió preocupaciones que no había hecho públicas. Seguramente algunas de las que asaltan a un gran estadista que se sabe próximo a agotar su tiempo en la tierra. El experimento socialista nacido de la revolución de octubre se mostró reversible y esa catástrofe desmanteló el mito de la irreversibilidad. El epicentro de la contención poscapitalista en el sistema-mundo se desarmó (y dejó navegando en el océano neoliberal a la segunda potencia nuclear del planeta, depauperada y dependiente). ¿Qué tiene de extraño que la primera preocupación de Fidel gire en torno a la reversibilidad de nuestro propio proceso? Téngase en cuenta que en Europa no solamente fracasó el experimento, su diseño, sino que el fracaso se tragó al rumbo socialista (y a la utopía misma en la cual se cifró el proyecto bolchevique). De eso es de lo que trata la irreversibilidad. No es que lo tuvieron que hacer de otro modo sino que lo abandonaron. Una catástrofe que ha dado lugar a una crisis generalizada del paradigma socialista. No porque esté acabado, sino porque evidentemente hay que pensarlo de otras maneras, y tomando en cuenta además que el socialismo se mostró reversible.
Aquel modelo engendró el germen de su propia destrucción. Cualquier experimento socialista puede engendrarlo. Fidel valora que la Revolución no puede destruirse desde fuera, pero que puede destruirse a sí misma, y centra en la corrupción el mal que puede obrar su destrucción. Yo pienso que es cierto, pero que no lo ha dicho todo. Me pregunto además si el derrumbe del sistema soviético fue, en esencia, un efecto de corrupción, aunque la corrupción estuviera presente en el entramado de las deformaciones. Creo que al socialismo lo puede revertir, junto con la corrupción, el burocratismo y la falta de democracia. No hablo de sistemas electoralistas, de confrontaciones pluripartidistas partidistas, de contiendas en campaña, de alternancias en los cargos de poder. Hablo de democracia, de la que no hemos sido capaces de crear sobre la Tierra, aunque todos creamos saber de qué se trata.
Dentro del capitalismo, porque la democracia que interesa no es otra que la que históricamente se ha dado: la que sirve de sostén al imperio del mercado y del dinero, a las dinámicas de enriquecimiento, que hace de lo que nosotros calificamos como corrupción su dinámica sustantiva de reproducción, y que reduce la noción de lo corrupto a la violación de sus propias reglas de juego.
Dentro de los experimentos socialistas, porque los avances en propiciar al pueblo una participación efectiva en los mecanismos de decisión, aun en los casos más loables, han sido parcos. El Che anotó en una ocasión que "las masas deben tener la posibilidad de dirigir sus destinos, resolver cuánto va para la acumulación y cuánto al consumo, la técnica económica debe operar con estas cifras y la conciencia de las masas asegurar su cumplimiento". Este juicio apunta a un esquema a muy largo plazo, al que no se puede llegar, por supuesto, si nos traga la corrupción. Por tal motivo no sólo podemos enfrentar la superación de la corrupción como delito, sino como problema ético. El éxito frente al delito no nos garantiza que no se repita, y que los corruptos de mañana sustituyan a los corruptos de hoy.
Solo al ritmo de la construcción de una sociedad enrumbada consensualmente en la superación de la desigualdad, la miseria, la sumisión y la tiranía del capital, se hará evidente que la democracia, como poder del, por y para el pueblo, es una categoría política compatible solamente con el socialismo, que ya demostró además que no tiene ? como tiene el capitalismo ? la posibilidad de sostenerse sin ella.
Tenemos que acostumbrarnos a pensar que a Fidel no le quedará tiempo para hallar solución práctica a problemas que requieren de un plazo inevitablemente largo. Es muy probable que las generaciones que vengan tengan que lamentar la ausencia de su visión al tener que encarar estos problemas. A los que convivimos su tiempo también nos hubiera gustado, pienso yo, encontrar respuestas prácticas a muchas de las inquietudes que hoy nos planteamos. Estoy seguro que a él también, y que esta justa ansiedad se trasluce en ocasiones en el discurso de estos años.
Pero lo más importante a mi juicio es que no se puede pasar por alto el escenario actual. Dicho de manera muy breve: el derrumbe socialista dejó, en el imperio, ilusiones que se han desmoronado, y rápidamente el mundo comienza a vivir otra marea de transformaciones. Esta marea, que puede y debe ser más promisoria que la que condujo a la aparición el mundo que conocimos como bipolar, ha comenzado por la América Latina, con resortes en los cuales el proyecto cubano se inscribe armoniosamente. Es el escenario que se le ha abierto a la Cuba de Fidel, y que de muchas maneras la Cuba de Fidel ha ayudado a que se abra en América. La frase famosa de Margaret Thatcher para justificar la aplicación del modelo neoliberal, "No hay alternativa" se ha vuelto contra sus voceros. Ahora no hay alternativa para el imperialismo, y para los centros de poder se podría hacer muy difícil aceptar un capitalismo distinto, y no sólo ya el avance de un socialismo recreado.
Fidel Castro no podría perdonarse vivir esta realidad como un jubilado, como un simple testigo, ni el mundo que comienza a alzarse querría que lo hiciera.
La reconstrucción de paradigmas permite que emerjan ya nuevos signos. Ningún diseño tendría que copiarse, ninguna soberanía tendría que someterse, ningún interés tendría que subordinarse, ningún liderazgo tendría que imitarse. Heredamos un aprendizaje para un socialismo distinto a todo lo visto hasta hoy, y Fidel, con más experiencia en salir de reveses y hostigamientos que ningún estadista conocido, puede tener todavía cosas que aportar.
Es cierto que pecamos por muchos años, y a lo mejor seguimos pecando aún, de creernos que sabemos qué es el socialismo. También de creernos que sabemos qué es la democracia. Además es verdad que la economía dista mucho de ser una ciencia exacta. Economía "política" es un término que no nació por gusto, y que el cientificismo economista tiende a olvidar. Y a menospreciar incluso la pertinencia del debate del criterio econométrico con el extraeconómico. No es una enfermedad local entre los cubanos, ni exclusiva del socialismo. John Kenneth Galbraith, fallecido recientemente de 97 años, ni siquiera fue propuesto nunca para el Nobel de Economía porque sus teorías hurgaban demasiado fuera del ámbito puramente económico, a pesar de la cantidad y la importancia de lo que escribió y de haber sido escogido como asesor por tres presidentes de los Estados Unidos. Por suerte parece que vamos llegando al consenso de que el socialismo del siglo XXI hay que inventarlo.
Y con todas sus insuficiencias la sociedad cubana, socialista, aunque esta palabra exprese todavía lo que quiere ser más de lo que es, cuenta con un caudal de inteligencia, con un know how ("capital humano" se ha puesto de moda decir) excepcional y decisivo para los cambios que se están dando en el continente. También para pensar el futuro desde una perspectiva política, económica, sociológica y ética.
Nada de esto sirve para que dejemos de preocuparnos por la coyuntura que se va a producir cuando no esté Fidel. Nunca, sin embargo, como lo miran los enemigos de la Revolución, a quienes lo que realmente les preocupa no es que algún día muera sino que pudiera seguir viviendo.
La Habana, 17 de mayo de 2006



La Patología del Poder Israelí
Por Issa Khalaf
04 de agosto de 2006
La imagen que Israel tiene sobre sí mismo de racionalidad, auto-confianza, moderación, pragmatismo y superioridad moral oficial no es más que una serie de ilusiones y mitos, construidos para proteger la psique israelí, manipulada por el estado a fin de mantener vivo el fantasma del terror existencial en el pueblo israelí, Mientras asistimos como testigos del espectáculo, desplegado ante nuestra mirada, de violencia feroz e indiscriminada, destrucción y brutalidad en Gaza y Líbano, es difícil resistirse a sacar la conclusión de que hay algo terriblemente infame en el estado y sociedad israelíes. Es como si se hubieran saltado todas las restricciones y fronteras psicológicas y morales, como si la perversión se hubiera normalizado.
Todo ese terrorismo de estado, agresión deliberada, fuerza extrema desproporcionada y violaciones masivas del derecho humanitario internacional no son nuevos en el estado israelí: desde 1949, la lista es larga y las evidencias de que se dispone muy amplias. Y en cualquier modo y en este caso, la desproporcionalidad -un concepto inaplicable actualmente al espanto que está cayendo sobre un Líbano indefenso o al genocidio en Palestina- implica que Israel está reaccionando a las provocaciones y actos de agresión de otros como si el problema palestino empezara con Hamas y la captura por Hizbollah de los soldados israelíes, o como si sólo Israel tuviera derecho a usar la fuerza para defenderse pero no así sus enemigos, una idea aparentemente apoyada por Occidente, sin que tenga importancia la imbecilidad servil de los pronunciamientos de Bush. La imagen que Israel tiene sobre sí mismo de racionalidad, auto-confianza, moderación, pragmatismo y superioridad moral oficial no es más que una serie de ilusiones y mitos, construidos para proteger la psique israelí, manipulada por el estado a fin de mantener vivo el fantasma del terror existencial en el pueblo israelí, de disfrazar la razón de ser del estado, la expansión y limpieza étnica en Palestina y mantener profundamente, a nivel sociológico e institucional, la afianzada militarización israelí, borrando cada vez más los límites entre un estado civil y militar. En los últimos cinco años, uno puede observar y sentir un cambio cualitativo, a peor, en la psicosis política judía israelí, un retorno hacia lo extremo.
¿Cómo se puede explicar el perenne lenguaje copiosamente intolerante, feroz y violentamente racista de los dirigentes, políticos, burócratas, colonos, rabinos e incluso académicos israelíes? ¿La profundamente inquietante indiferencia hacia la vida "árabe" inocente, incluidos los niños, por parte de los soldados y el ejército israelí? ¿Las encuestas que de forma consistente revelan, de manera insólita, que a una mayoría de ciudadanos judíos israelíes les repugna vivir cerca o tener amistad con "árabes"? ¿Las voces que abogan cada vez más por "trasladar" a los árabes israelíes o expulsar a los palestinos? ¿La locura de la impredecible rabia militar y del terrorismo dirigido contra las poblaciones árabes? ¿La autodestructiva deriva derechista de la política israelí?
El estado sionista de Israel parece estar inmerso en una caída libre tanto en el terreno moral, político y psiquiátrico. Por desgracia, su desmesurada arrogancia y sus aterradoramente peligrosas acciones son apoyadas por un gobierno militante con los mismos rasgos en Washington y por un intento del mundo occidental de acomodarse a sus violentas esquizofrenias, por no mencionar el extremismo creciente entre la organizada comunidad judía estadounidense que apoya a Israel. Todo esto en un momento en que los principales estados árabes y los palestinos están buscando la paz, la estabilidad y la coexistencia, la anterior debilidad e incapacidad para defender a sus pueblos deja la puerta abierta a actores y terroristas nacionalistas-islámicos no estatales. Quienes no tienen poder retornan cada vez más hacia la racionalidad mientras que quienes lo tienen cada vez lo racionalizan más. La gente racional asume que se puede contener la conducta de Israel, su "estrategia", mediante la razón y el análisis político, aunque sus acciones en Gaza y Líbano tengan aparentemente la intención de causar la destrucción y muerte máximas, desafían la racionalidad, incluso al evaluarlas, contra los mismos intereses de Israel. Efectivamente, sus acciones pueden entenderse mejor en el contexto del gran diseño sionista de un estado judío libre de palestinos, controlando la máxima cantidad de territorio y su anhelado objetivo (conjuntamente con la administración Bush) de destruir cualquier resistencia indígena y cualquier oposición democrática y populista a la hegemonía militar israelí en la región. En Líbano, el objetivo aparente es destruir directamente a Hizbollah, o volver a los libaneses contra ellos, o debilitar y fragmentar políticamente el Líbano a través de la guerra civil o instalar un gobierno libanés colaboracionista. La invasión y destrucción del Líbano fueron planeadas tiempo atrás. Desgraciadamente, Hizbollah, cualesquiera que sean sus motivos, le sirvió en bandeja el pretexto al ejército israelí. Cualquiera que esté familiarizado con la política y los movimientos políticos de la región y la temeridad israelí puede entender la locura que conlleva todo ello. Las acciones israelíes salvaje y característicamente desproporcionadas a los desafíos excluyen siempre un uso moderado, racional de instrumentos pacíficos para resolver las disputas o crisis. Así ha venido ocurriendo desde antes de 1948. La furia contra el Líbano, al igual que la reacción en Gaza, carece de sensibilidad, coherencia estratégica y incluso del propio y utilitario calculado interés, obvio para cualquiera excepto para quienes gobiernan el estado de Israel, que no paran de crea las condiciones para que se produzcan una serie de consecuencias que Israel no va a poder controlar.
El objetivo fundamental israelí al arrasar, y social y políticamente fragmentar Palestina y el Líbano (ahora que Iraq está finiquitado), es el de fomentar el extremismo islamista en la región y así ganarse el apoyo occidental en la lucha contra el terror islámico. Aunque haya una aparente razón o racionalidad estratégica, sigue siendo fundamentalmente autodestructiva a la larga, contraria a cualquier previsión estatal racional que busque conseguir la paz, estabilidad y seguridad para sus ciudadanos. Su lógica, en última instancia, no hace sino provocar guerras continuas e incluso la eventual destrucción del mismo Israel. Así, los objetivos de Israel en Palestina y el Líbano son inherentemente irracionales y representan una racionalización pervertida (o en palabras del novelista israelí David Grossman, una "mutación") del poder -una perversión de la racionalidad-, cuya aplicación se ha convertido en un mecanismo para su propio fin nihilista, echando abajo la moderna asunción occidental de que la racionalidad es universal y constante. Este estado de cosas oculta, convirtiendo en borrosos y confusos, los dominios entre realidad y fantasía. Y ahí es donde el sionismo pervive, en estados de fantasía, paranoia, negación, esquizofrenia, desplazamiento, subyacentes en un poder absoluto que funciona de forma enloquecida. Durante un tiempo estuvo de moda trazar décadas de guerra, estados de emergencia continuos y temor existencial como causas de odio y violencia hacia los palestinos y hacia los árabes en general. No hay duda de que esto es así.
Pero los problemas subyacen a más profundidad, con un poder "mutado" ejercido por un pueblo narcisista con un agudo sentido histórico tanto de singularidad como de victimismo, herederos actualmente de un excluyente y poderoso estado-nación, fundado mediante medios coloniales, fundamentado a base de la erradicación de otra nación. Israel es un estado étnico, con una ideología etno-religiosa-nacionalista-mesiánica, basada en la identidad de grupo, no en derechos individuales, cuya preferencia institucionalizada es para la superioridad judía, que rechaza la posibilidad de igualdad con una minoría árabe que es sistemática, discriminada y sofisticadamente excluida. Esta situación queda lejos del sistema de gobierno de la mayoría basado en el principio de igualdad moral individual, protegida mediante el respeto a los derechos de las minorías, al imperio de la ley y de los derechos civiles que en general se hallan en las democracias occidentales. Michel Warschawski sugiere que estas contradicciones se resuelven, en primer lugar. a través de una "denegación" que conduce a la esquizofrenia (Ilan Pappe también trata del "mecanismo de denegación" psicológica que impregna la sociedad israelí) manifestada por el racismo, la violencia, la limpieza étnica, la tortura y el castigo colectivo de los palestinos y por su invisibilidad general dentro de la misma sociedad israelí; y, en segundo lugar, mediante la "legislación personalizada", es decir, la maleabilidad, en ausencia de una constitución, de una fuerza electoral que cambia con facilidad y de otras leyes, en "ausencia del concepto de derechos" en Israel. El poder y su corolario, la violencia, tanto física como psicológica, están institucionalizadas en el estado y en la sociedad israelí. Lo militar, es decir, el efecto distorsionado de una cultura de nacionalismo militarista y la íntima y simbiótica relación entre el ejército y las instituciones políticas y el liderazgo de estado, como han apuntado Uri Avnery, Ran HaCohen, Pappe y Warschawski, quien concluye que: "La nueva ideología combina cuatro elementos fundamentales: un militarismo nacionalista más o menos asociado con un fundamentalismo religioso; un racismo confeso; un espíritu de dureza impregnado de mesianismo; y una predisposición a cuestionar todas las normas democráticas. Estos cuatro elementos, reunidos, ayudan a conformar una paranoia generalizada que lleva a los israelíes a considerar al mundo entero como una amenaza existencial a la supervivencia judía en Oriente Medio o en cualquier otro lugar. El primer y sin duda más perverso efecto de esta nueva ideología es la aceptación del estado de sitio doméstico y de la normalización de la muerte." (Michel Warschawski, "Israeli Democracy") Un estado no puede tener aparentemente derechos minoritarios liberales mientras insiste en la separación de los pueblos y en la institucionalizada inferioridad de uno frente a otro, una condición similar a la vida judía de hace un siglo en Rusia. La esquizofrenia judía se ha traspasado a los palestinos. Ahora los judíos israelíes son blancos y europeos y civilizados, manteniendo a raya a los genética y culturalmente defectuosos y sospechosos y violentos árabes de piel oscura. La tensión patológica entre el poder absoluto e ilimitado, agresividad, desafío y victimismo, temor existencial e inseguridad, produce la violencia inherente al estado judío.

A determinado nivel, la terca presencia de los palestinos desafía los mecanismos de denegación y provoca el impulso de extirpar la presencia cultural, política y física del Otro para no acordarse así de uno mismo, de la humanidad de uno mismo. Los israelíes son conscientes del hecho de que su estado fue creado en sus orígenes mediante la fuerza a expensas de los palestinos, pero reaccionan ante esta psicosis con denegación y violencia. Haim Hanegbi expresa la condición israelí de este modo: "No soy psicólogo, pero creo que todo aquel que vive con las contradicciones del sionismo se condena a sí mismo a una prolongada locura. Es imposible vivir de esa forma. Es imposible vivir con tan terrible equivocación. Es imposible vivir con tales criterios morales en conflicto. Cuando veo no sólo los asentamientos y la ocupación y la supresión, sino también ahora ese muro demente tras el que los israelíes intentan esconderse, tengo que concluir que hay algo aquí muy profundo, en nuestra actitud ante el pueblo indígena de esta tierra, que nos lleva a perder el juicio." "Hay algo gigantesco aquí que no nos permite reconocer verdaderamente a los palestinos, que no nos permite llegar a la paz con ellos. Y ese algo tiene algo que ver con el hecho de que incluso antes que la devolución de la tierra y de las casas y del dinero, el primer acto de expiación de los ocupantes hacia los nativos de esta tierra debe ser el de devolverles su dignidad, su memoria, su razón de ser. Pero eso es precisamente lo que somos incapaces de hacer. Nuestro pasado no nos permite hacerlo... Incluso si Israel se rodea de una verja y un foso y un muro, eso no nos va a ayudar. Porque... Israel como estado judío no podrá existir." (Entrevista de Ari Shavit, en Ha'aretz, con Haim Hanegvi y Meron Benvenisti, 28 de agosto de 2003, publicada en Znet) A otro nivel, la brutalidad y la crueldad contra los palestinos es el desplazamiento de la de la respuesta inconsciente ante el sufrimiento y humillación y persecución de los judíos y su firme negativa, desafiando a Dios, a lamentar o llorar su destino. Esa ira y rabia formidables no se calmará, para poder calmarse tendría que someterse a la mansedumbre y a la impotencia y al sacrificio, como hicieron en los procesos judíos, tímida y disciplinadamente, en la carnicería de la Alemania nazi. Es como si no hubiera términos medios para el sionismo, ni duda, ni introspección: es nuestra existencia o la de ellos. Esta psicopatología se hace toda ella más palpable debido a intensas contradicciones morales: aunque ha logrado cosas impresionantes, incluida la "democracia judía", un lugar para que algunos judíos se refugien o tengan probabilidades de sobrevivir, y un desarrollo económico y tecnológico, Israel es una sociedad ocupante colonial en sus orígenes al igual que el sionismo es también una variante del nacionalismo judío; es a la vez no democrático en su exclusión de los no judíos y democrático para su mayoría judía. Independientemente de cómo uno lo vea, el resultado final es, como los mismos observadores israelíes han comentado, la barbarie, la decadencia o degradación moral, de la sociedad israelí. ¿Cómo podría ser de otra forma, con una ideología sionista que, desde sus orígenes, trató a los palestinos con crueldad, desdén, violencia y aversión, un trato común en todas las sociedades coloniales-ocupantes? ¿Y con un estado que desde 1948 ha indoctrinado tan profundamente la sociedad israelí, mediante las guerras y la manipulación de los temores existenciales, la ocupación y la implacablemente violenta opresión? ¿Y con sistema educativo racista -que retrata a los "árabes" como inferiores, vagos, fatalistas, sucios, fácilmente inflamables, violentos, sedientos de sangre- y la socialización de la superioridad y separación y alienación de los judíos de los no judíos en ciudades y barriadas, en las tierras y dominios públicos apropiadas por los judíos? La naturaleza patológica de esta adoctrinación se ve ilustrada por el asesinato a sangre fría en octubre de 2004 de la colegiala de 13 años Iman al-Hams por un tal "Capitán R", quien seguidamente fue absuelto y promovido. Después de dispararle dos veces en la cabeza, se marchó y entonces volvió de nuevo y vació todo el contenido de su rifle automático, 17 balas, sobre ella para "confirmar la muerte". El capitán, en el vídeo grabado, "aclara" por qué mató a Iman: "Así lo dice el mando. Cualquier cosa móvil, que se mueva en la zona [de seguridad], aunque tenga tres años de edad, hay que matarla." (Véase Chris McGreal, Guardian, 16 de noviembre de 2005). Periodistas y organizaciones de derechos humanos han documentado innumerables casos de israelíes matando a niños, incluso como deporte y juego.
Téngase en cuenta aquí el lenguaje del capitán: "Hay que matar cualquier cosa que se mueva...". No alguien que se mueva. Los niños palestinos considerados como animales, como algo que se mueve, ellos, ello, necesitan (necesita) ser matado. El Capitán R resultó ser druso, un ejemplo elocuente del malsano éxito de la socialización e adoctrinación israelí. Este druso, históricamente un intruso marginal en la sociedad islámica dominante, interiorizó la orden de pisotear a nivel étnico y racial de Israel -la psicopatología heredada colonialmente por la cual los indígenas se convierten en animales-, desplazando violentamente así su inferioridad, como los judíos Mizrahi [*] hacen con los palestinos. Deshumanizar, odiar y matar a palestinos representa el perturbado acto máximo de pertenencia y lealtad hacia una sociedad acostumbrada a que sus miembros influyentes se refieran a los palestinos como bestias, animales de dos patas, cucarachas y gusanos, ignorantes de su propia degradación y deshumanización en el proceso. Este estado de aguda psicosis social y política, manifestada por una aplicación irracional del poder y por una conducta deshumanizadora hacia uno mismo, revela un temor profundamente asentado: mientras Israel posea un santificado poder desigual y su clase político-militar se sienta segura de su capacidad para prevalecer militarmente contra los ejércitos árabes, el país está incesantemente, silenciosamente, angustiado por la posibilidad de ser un día abandonado por los EEUU. Sin su patrón, su poder es nada, no sólo necesariamente a nivel militar, sino también a nivel emocional y psicológico. Una fuerza militar sobrecogedora y el mito de ser invencibles no es más que un tenue hilo psicológico, que oculta los más profundos temores existenciales israelíes de que los millones de seres a los que han desposeído, asesinado y continúan atormentando no puedan al final ser silenciados y tornen para atormentarles. Pero las actuales elites israelíes parecen incapaces de trascender su parálisis psicológica: se resisten a abandonar, incluso a reflexionar de forma autocrítica, sus desgastadas aspiraciones ideológicas expansionistas; hasta ahora siguen deseando que los pueblos circundantes les acepten, con los cuales sólo son capaces de relacionarse con el lenguaje y la lógica de la violencia absoluta. La condición sionista-israelí, si continúa sin transformarse, no es más que una receta segura para la aniquilación regional general. N. de T.:
[*] Judíos Mizrahi: judíos que descienden de las comunidades judías en Oriente Medio.
Texto original en inglés: www.countercurrents.org/leb-Khalaf290706.htm
Sinfo Fernández es miembro del colectivo de Rebelión



Qué motiva el embate israelí contra el Líbano, y los intereses del pueblo x Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

La imagen que Israel tiene sobre sí mismo de racionalidad, auto-confianza, moderación, pragmatismo y superioridad moral oficial no es más que una serie de ilusiones y mitos, construidos para proteger la psique israelí, manipulada por el estado a fin de mantener vivo el fantasma del terror existencial en el pueblo israelí,

Mientras asistimos como testigos del espectáculo, desplegado ante nuestra mirada, de violencia feroz e indiscriminada, destrucción y brutalidad en Gaza y Líbano, es difícil resistirse a sacar la conclusión de que hay algo terriblemente infame en el estado y sociedad israelíes. Es como si se hubieran saltado todas las restricciones y fronteras psicológicas y morales, como si la perversión se hubiera normalizado. Todo ese terrorismo de estado, agresión deliberada, fuerza extrema desproporcionada y violaciones masivas del derecho humanitario internacional no son nuevos en el estado israelí: desde 1949, la lista es larga y las evidencias de que se dispone muy amplias. Y en cualquier modo y en este caso, la desproporcionalidad -un concepto inaplicable actualmente al espanto que está cayendo sobre un Líbano indefenso o al genocidio en Palestina- implica que Israel está reaccionando a las provocaciones y actos de agresión de otros como si el problema palestino empezara con Hamas y la captura por Hizbollah de los soldados israelíes, o como si sólo Israel tuviera derecho a usar la fuerza para defenderse pero no así sus enemigos, una idea aparentemente apoyada por Occidente, sin que tenga importancia la imbecilidad servil de los pronunciamientos de Bush.
La imagen que Israel tiene sobre sí mismo de racionalidad, auto-confianza, moderación, pragmatismo y superioridad moral oficial no es más que una serie de ilusiones y mitos, construidos para proteger la psique israelí, manipulada por el estado a fin de mantener vivo el fantasma del terror existencial en el pueblo israelí, de disfrazar la razón de ser del estado, la expansión y limpieza étnica en Palestina y mantener profundamente, a nivel sociológico e institucional, la afianzada militarización israelí, borrando cada vez más los límites entre un estado civil y militar.
En los últimos cinco años, uno puede observar y sentir un cambio cualitativo, a peor, en la psicosis política judía israelí, un retorno hacia lo extremo. ¿Cómo se puede explicar el perenne lenguaje copiosamente intolerante, feroz y violentamente racista de los dirigentes, políticos, burócratas, colonos, rabinos e incluso académicos israelíes? ¿La profundamente inquietante indiferencia hacia la vida "árabe" inocente, incluidos los niños, por parte de los soldados y el ejército israelí? ¿Las encuestas que de forma consistente revelan, de manera insólita, que a una mayoría de ciudadanos judíos israelíes les repugna vivir cerca o tener amistad con "árabes"? ¿Las voces que abogan cada vez más por "trasladar" a los árabes israelíes o expulsar a los palestinos? ¿La locura de la impredecible rabia militar y del terrorismo dirigido contra las poblaciones árabes? ¿La autodestructiva deriva derechista de la política israelí?
El estado sionista de Israel parece estar inmerso en una caída libre tanto en el terreno moral, político y psiquiátrico. Por desgracia, su desmesurada arrogancia y sus aterradoramente peligrosas acciones son apoyadas por un gobierno militante con los mismos rasgos en Washington y por un intento del mundo occidental de acomodarse a sus violentas esquizofrenias, por no mencionar el extremismo creciente entre la organizada comunidad judía estadounidense que apoya a Israel. Todo esto en un momento en que los principales estados árabes y los palestinos están buscando la paz, la estabilidad y la coexistencia, la anterior debilidad e incapacidad para defender a sus pueblos deja la puerta abierta a actores y terroristas nacionalistas-islámicos no estatales.
Quienes no tienen poder retornan cada vez más hacia la racionalidad mientras que quienes lo tienen cada vez lo racionalizan más.
La gente racional asume que se puede contener la conducta de Israel, su "estrategia", mediante la razón y el análisis político, aunque sus acciones en Gaza y Líbano tengan aparentemente la intención de causar la destrucción y muerte máximas, desafían la racionalidad, incluso al evaluarlas, contra los mismos intereses de Israel. Efectivamente, sus acciones pueden entenderse mejor en el contexto del gran diseño sionista de un estado judío libre de palestinos, controlando la máxima cantidad de territorio y su anhelado objetivo (conjuntamente con la administración Bush) de destruir cualquier resistencia indígena y cualquier oposición democrática y populista a la hegemonía militar israelí en la región.
En Líbano, el objetivo aparente es destruir directamente a Hizbollah, o volver a los libaneses contra ellos, o debilitar y fragmentar políticamente el Líbano a través de la guerra civil o instalar un gobierno libanés colaboracionista.
La invasión y destrucción del Líbano fueron planeadas tiempo atrás. Desgraciadamente, Hizbollah, cualesquiera que sean sus motivos, le sirvió en bandeja el pretexto al ejército israelí.
Cualquiera que esté familiarizado con la política y los movimientos políticos de la región y la temeridad israelí puede entender la locura que conlleva todo ello. Las acciones israelíes salvaje y característicamente desproporcionadas a los desafíos excluyen siempre un uso moderado, racional de instrumentos pacíficos para resolver las disputas o crisis. Así ha venido ocurriendo desde antes de 1948. La furia contra el Líbano, al igual que la reacción en Gaza, carece de sensibilidad, coherencia estratégica y incluso del propio y utilitario calculado interés, obvio para cualquiera excepto para quienes gobiernan el estado de Israel, que no paran de crea las condiciones para que se produzcan una serie de consecuencias que Israel no va a poder controlar.
El objetivo fundamental israelí al arrasar, y social y políticamente fragmentar Palestina y el Líbano (ahora que Iraq está finiquitado), es el de fomentar el extremismo islamista en la región y así ganarse el apoyo occidental en la lucha contra el terror islámico. Aunque haya una aparente razón o racionalidad estratégica, sigue siendo fundamentalmente autodestructiva a la larga, contraria a cualquier previsión estatal racional que busque conseguir la paz, estabilidad y seguridad para sus ciudadanos. Su lógica, en última instancia, no hace sino provocar guerras continuas e incluso la eventual destrucción del mismo Israel.
Así, los objetivos de Israel en Palestina y el Líbano son inherentemente irracionales y representan una racionalización pervertida (o en palabras del novelista israelí David Grossman, una "mutación") del poder -una perversión de la racionalidad-, cuya aplicación se ha convertido en un mecanismo para su propio fin nihilista, echando abajo la moderna asunción occidental de que la racionalidad es universal y constante. Este estado de cosas oculta, convirtiendo en borrosos y confusos, los dominios entre realidad y fantasía.
Y ahí es donde el sionismo pervive, en estados de fantasía, paranoia, negación, esquizofrenia, desplazamiento, subyacentes en un poder absoluto que funciona de forma enloquecida. Durante un tiempo estuvo de moda trazar décadas de guerra, estados de emergencia continuos y temor existencial como causas de odio y violencia hacia los palestinos y hacia los árabes en general. No hay duda de que esto es así.
Pero los problemas subyacen a más profundidad, con un poder "mutado" ejercido por un pueblo narcisista con un agudo sentido histórico tanto de singularidad como de victimismo, herederos actualmente de un excluyente y poderoso estado-nación, fundado mediante medios coloniales, fundamentado a base de la erradicación de otra nación.
Israel es un estado étnico, con una ideología etno-religiosa-nacionalista-mesiánica, basada en la identidad de grupo, no en derechos individuales, cuya preferencia institucionalizada es para la superioridad judía, que rechaza la posibilidad de igualdad con una minoría árabe que es sistemática, discriminada y sofisticadamente excluida. Esta situación queda lejos del sistema de gobierno de la mayoría basado en el principio de igualdad moral individual, protegida mediante el respeto a los derechos de las minorías, al imperio de la ley y de los derechos civiles que en general se hallan en las democracias occidentales.
Michel Warschawski sugiere que estas contradicciones se resuelven, en primer lugar. a través de una "denegación" que conduce a la esquizofrenia (Ilan Pappe también trata del "mecanismo de denegación" psicológica que impregna la sociedad israelí) manifestada por el racismo, la violencia, la limpieza étnica, la tortura y el castigo colectivo de los palestinos y por su invisibilidad general dentro de la misma sociedad israelí; y, en segundo lugar, mediante la "legislación personalizada", es decir, la maleabilidad, en ausencia de una constitución, de una fuerza electoral que cambia con facilidad y de otras leyes, en "ausencia del concepto de derechos" en Israel.
El poder y su corolario, la violencia, tanto física como psicológica, están institucionalizadas en el estado y en la sociedad israelí. Lo militar, es decir, el efecto distorsionado de una cultura de nacionalismo militarista y la íntima y simbiótica relación entre el ejército y las instituciones políticas y el liderazgo de estado, como han apuntado Uri Avnery, Ran HaCohen, Pappe y Warschawski, quien concluye que:
"La nueva ideología combina cuatro elementos fundamentales: un militarismo nacionalista más o menos asociado con un fundamentalismo religioso; un racismo confeso; un espíritu de dureza impregnado de mesianismo; y una predisposición a cuestionar todas las normas democráticas. Estos cuatro elementos, reunidos, ayudan a conformar una paranoia generalizada que lleva a los israelíes a considerar al mundo entero como una amenaza existencial a la supervivencia judía en Oriente Medio o en cualquier otro lugar. El primer y sin duda más perverso efecto de esta nueva ideología es la aceptación del estado de sitio doméstico y de la normalización de la muerte." (Michel Warschawski, "Israeli Democracy")
Un estado no puede tener aparentemente derechos minoritarios liberales mientras insiste en la separación de los pueblos y en la institucionalizada inferioridad de uno frente a otro, una condición similar a la vida judía de hace un siglo en Rusia. La esquizofrenia judía se ha traspasado a los palestinos. Ahora los judíos israelíes son blancos y europeos y civilizados, manteniendo a raya a los genética y culturalmente defectuosos y sospechosos y violentos árabes de piel oscura.
La tensión patológica entre el poder absoluto e ilimitado, agresividad, desafío y victimismo, temor existencial e inseguridad, produce la violencia inherente al estado judío. A determinado nivel, la terca presencia de los palestinos desafía los mecanismos de denegación y provoca el impulso de extirpar la presencia cultural, política y física del Otro para no acordarse así de uno mismo, de la humanidad de uno mismo. Los israelíes son conscientes del hecho de que su estado fue creado en sus orígenes mediante la fuerza a expensas de los palestinos, pero reaccionan ante esta psicosis con denegación y violencia. Haim Hanegbi expresa la condición israelí de este modo:
"No soy psicólogo, pero creo que todo aquel que vive con las contradicciones del sionismo se condena a sí mismo a una prolongada locura. Es imposible vivir de esa forma. Es imposible vivir con tan terrible equivocación. Es imposible vivir con tales criterios morales en conflicto. Cuando veo no sólo los asentamientos y la ocupación y la supresión, sino también ahora ese muro demente tras el que los israelíes intentan esconderse, tengo que concluir que hay algo aquí muy profundo, en nuestra actitud ante el pueblo indígena de esta tierra, que nos lleva a perder el juicio."
"Hay algo gigantesco aquí que no nos permite reconocer verdaderamente a los palestinos, que no nos permite llegar a la paz con ellos. Y ese algo tiene algo que ver con el hecho de que incluso antes que la devolución de la tierra y de las casas y del dinero, el primer acto de expiación de los ocupantes hacia los nativos de esta tierra debe ser el de devolverles su dignidad, su memoria, su razón de ser.
Pero eso es precisamente lo que somos incapaces de hacer. Nuestro pasado no nos permite hacerlo... Incluso si Israel se rodea de una verja y un foso y un muro, eso no nos va a ayudar. Porque... Israel como estado judío no podrá existir." (Entrevista de Ari Shavit, en Ha'aretz, con Haim Hanegvi y Meron Benvenisti, 28 de agosto de 2003, publicada en Znet)
A otro nivel, la brutalidad y la crueldad contra los palestinos es el desplazamiento de la de la respuesta inconsciente ante el sufrimiento y humillación y persecución de los judíos y su firme negativa, desafiando a Dios, a lamentar o llorar su destino. Esa ira y rabia formidables no se calmará, para poder calmarse tendría que someterse a la mansedumbre y a la impotencia y al sacrificio, como hicieron en los procesos judíos, tímida y disciplinadamente, en la carnicería de la Alemania nazi.
Es como si no hubiera términos medios para el sionismo, ni duda, ni introspección: es nuestra existencia o la de ellos. Esta psicopatología se hace toda ella más palpable debido a intensas contradicciones morales: aunque ha logrado cosas impresionantes, incluida la "democracia judía", un lugar para que algunos judíos se refugien o tengan probabilidades de sobrevivir, y un desarrollo económico y tecnológico, Israel es una sociedad ocupante colonial en sus orígenes al igual que el sionismo es también una variante del nacionalismo judío; es a la vez no democrático en su exclusión de los no judíos y democrático para su mayoría judía.
Independientemente de cómo uno lo vea, el resultado final es, como los mismos observadores israelíes han comentado, la barbarie, la decadencia o degradación moral, de la sociedad israelí. ¿Cómo podría ser de otra forma, con una ideología sionista que, desde sus orígenes, trató a los palestinos con crueldad, desdén, violencia y aversión, un trato común en todas las sociedades coloniales-ocupantes? ¿Y con un estado que desde 1948 ha indoctrinado tan profundamente la sociedad israelí, mediante las guerras y la manipulación de los temores existenciales, la ocupación y la implacablemente violenta opresión? ¿Y con sistema educativo racista -que retrata a los "árabes" como inferiores, vagos, fatalistas, sucios, fácilmente inflamables, violentos, sedientos de sangre- y la socialización de la superioridad y separación y alienación de los judíos de los no judíos en ciudades y barriadas, en las tierras y dominios públicos apropiadas por los judíos?
La naturaleza patológica de esta adoctrinación se ve ilustrada por el asesinato a sangre fría en octubre de 2004 de la colegiala de 13 años Iman al-Hams por un tal "Capitán R", quien seguidamente fue absuelto y promovido. Después de dispararle dos veces en la cabeza, se marchó y entonces volvió de nuevo y vació todo el contenido de su rifle automático, 17 balas, sobre ella para "confirmar la muerte". El capitán, en el vídeo grabado, "aclara" por qué mató a Iman: "Así lo dice el mando. Cualquier cosa móvil, que se mueva en la zona [de seguridad], aunque tenga tres años de edad, hay que matarla." (Véase Chris McGreal, Guardian, 16 de noviembre de 2005). Periodistas y organizaciones de derechos humanos han documentado innumerables casos de israelíes matando a niños, incluso como deporte y juego. Téngase en cuenta aquí el lenguaje del capitán: "Hay que matar cualquier cosa que se mueva...". No alguien que se mueva. Los niños palestinos considerados como animales, como algo que se mueve, ellos, ello, necesitan (necesita) ser matado.
El Capitán R resultó ser druso, un ejemplo elocuente del malsano éxito de la socialización e adoctrinación israelí. Este druso, históricamente un intruso marginal en la sociedad islámica dominante, interiorizó la orden de pisotear a nivel étnico y racial de Israel -la psicopatología heredada colonialmente por la cual los indígenas se convierten en animales-, desplazando violentamente así su inferioridad, como los judíos Mizrahi [*] hacen con los palestinos. Deshumanizar, odiar y matar a palestinos representa el perturbado acto máximo de pertenencia y lealtad hacia una sociedad acostumbrada a que sus miembros influyentes se refieran a los palestinos como bestias, animales de dos patas, cucarachas y gusanos, ignorantes de su propia degradación y deshumanización en el proceso.
Este estado de aguda psicosis social y política, manifestada por una aplicación irracional del poder y por una conducta deshumanizadora hacia uno mismo, revela un temor profundamente asentado: mientras Israel posea un santificado poder desigual y su clase político-militar se sienta segura de su capacidad para prevalecer militarmente contra los ejércitos árabes, el país está incesantemente, silenciosamente, angustiado por la posibilidad de ser un día abandonado por los EEUU. Sin su patrón, su poder es nada, no sólo necesariamente a nivel militar, sino también a nivel emocional y psicológico.
Una fuerza militar sobrecogedora y el mito de ser invencibles no es más que un tenue hilo psicológico, que oculta los más profundos temores existenciales israelíes de que los millones de seres a los que han desposeído, asesinado y continúan atormentando no puedan al final ser silenciados y tornen para atormentarles. Pero las actuales elites israelíes parecen incapaces de trascender su parálisis psicológica: se resisten a abandonar, incluso a reflexionar de forma autocrítica, sus desgastadas aspiraciones ideológicas expansionistas; hasta ahora siguen deseando que los pueblos circundantes les acepten, con los cuales sólo son capaces de relacionarse con el lenguaje y la lógica de la violencia absoluta.
La condición sionista-israelí, si continúa sin transformarse, no es más que una receta segura para la aniquilación regional general.



En TVB ningún obrero baja los brazos

Por Periódico El Mortero para Prensa De Frente. El jueves 27 de julio, se abrió un nuevo conflicto obrero producido por el despido de un trabajador, Matías Marzoratti, realizado en forma injusta por los dueños de la actual Fabrica The Value Brands Company (ex Jabón Federal), de capitales Suizos y Norteamericanos, que produce productos para Plusbelle. Como respuesta los 300 trabajadores realizaron un paro dentro de la fábrica y hubo movilizaciones a la dependencia del Ministerio de Trabajo en La Matanza. La patronal, como represalia, le impidió el ingreso a la planta a 3 obreros, mientras se espera que se dicte la conciliación obligatoria.A pesar de los acuerdos por arriba entre la burocracia del gremio del jabón y los patrones, los compañeros lograron dar la pelea por recuperar, por primera vez, la Comisión Interna al interior de la fábrica. El despido Marzoratti se da en este marco de recomposición de fuerza por parte de los trabajadores frente a la patronal, que desde el año pasado venían sufriendo distintos tipos de persecuciones frente al intento de organizarse desde las bases.Cuentan los compañeros que fueron varios los intentos de la patronal por desarticular este tipo de organización, que desde abajo se viene dando, y que a pesar de las trabas pudieron organizarse, logrando pequeñas victorias como el pago al 100% de los días sábados, la antigüedad de los compañeros, la elección de delegados combativos, entre otros puntos. Actualmente la Comisión Interna está conformada por tres delegados.El lunes 31 de Julio en la concentración frente a la delegación del Ministerio de Trabajo de la Matanza, los trabajadores nos contaron cuando se realizaba la primera audiencia, que la fábrica se encontraba parada en su totalidad, bajo asamblea permanente.Mientras lo recibían a Matías, en la calle se realizó una convocatoria con distintos sectores, que nos solidarizamos frente a otro ?aprete? de la patronal, finalizando en una movilización a la puerta de la fábrica, ubicada en Monseñor 4601(ex Camino De Cintura, Matanza).Estuvieron presentes trabajadores de Pepsico- Coca-Cola, Ferroviarios de TBA, Trabajadores de Pami (Quilmes), Docentes, Aeronáuticos de Ezeiza y Aeroparque, Estudiantes, Encuentro Sindical de Base, Agrupación NO PASARAN y el PTS.Asimismo, el Ministerio de Trabajo, ante la vergonzosa negativa del sindicato de Jaboneros a reconocer el conflicto existente, mandó a realizar una inspección a la planta en la que se constató la realidad de las medidas que afirman los trabajadores y la interna. Desde el Encuentro Sindical de Base - Periódico El Mortero destacamos la firmeza con la que los trabajadores de TVB llevan adelante esta pelea y llamamos a todos los sectores a acercar su solidaridad. Saludamos su fuerza para enfrentar otra de las tantas ofensivas miserables por parte de la patronal, cuando sabe que desde abajo los trabajadores/as nos organizamos rompiendo el aislamiento y damos dura batalla por nuestros derechos. Eso evidencia su temor, eso nos habla de nuestra fuerza. Para mayor información:El Mortero: 15 5 800 0000e-mail: clasismodebase@yahoo.com.ar



Por la derogación de la ley de partidos x Kimetz

La situación actual del denominado proceso de paz o de resolución del conflicto en Euskal Herria pasa, necesariamente, por la Ley de Partidos políticos. Ley que sirvió en su día para declarar ilegal a Batasuna e incluirla dentro de la lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea.
Cosa que no deja de ser curiosa ya que, a pesar de ser una organización ilegalizada en el Estado español, es una organización legal en el Estado francés y participa de la vida política burguesa como cualquier otro partido al uso.
Pero dicha ley, que en un principio pudiera parecer que se hizo ad hoc para ilegalizar una opción política concreta, va más allá y restringe los derechos democráticos de los pueblos del Estado español y del conjunto de la clase obrera, consolidando el modelo capitalista imperialista bajo la expresión política de ?Monarquía constitucional?. Es por esto que, ahora que se está avanzando en la búsqueda de salidas al conflicto vasco, el Estado español se empeñe en no derogar dicha ley. Estaría dispuesto, eso sí, a que la Izquierda Abertzale cambie su expresión política y concurra a las elecciones burguesas con otras siglas distintas a las que ha venido utilizando hasta la fecha.
El Estado español no quiere ceder en la posición de fuerza obtenida con la Ley de partidos. Si el camino para la ?normalización? política en Euskal Herria avanza, no tiene ningún reparo en reconocer la nueva expresión política que la Izquierda Abertzale quiera presentar, ya que de hecho, significaría una victoria de la ley y consolidar el actual modelo de opresión sobre el pueblo vasco. Además se guarda el poder de sojuzgar cualquier otra opción que pretenda ir más allá del actual marco ?constitucional? español. Así que republicanos, independentistas, revolucionarios, etc., no podemos encontrar la expresión política que nos represente dentro del actual ?estado de derecho?, pues se mantendría la negación del ?derecho? a participar de la vida pública.
Por otra parte, dicha ley, no se ha demostrado eficaz para ?acabar con ETA? como eran las pretensiones de los sectores más reaccionarios de la política española ya que el conjunto de la Izquierda Abertzale ha sabido enfrentar la situación de la ilegalización de Batasuna con una gran imaginación política y el apoyo decidido del conjunto de su militancia.
Llegados a este punto, la Izquierda Abertzale se enfrenta ahora al dilema de constituir una nueva organización política que respete la actual Ley de partidos y, por tanto, renunciar a sus aspiraciones políticas (o dejarlas para más adelante cuando los tiempos sean más propicios, que en la práctica viene a ser lo mismo) o rechazar dicha ley y conseguir, con el conjunto del pueblo vasco y de los sectores más avanzados del pueblo español, la derogación de dicha ley, la autodeterminación de nuestro pueblo y avanzar hacia una futura república vasca.
Desde todas las fuerzas revolucionarias y progresistas de Euskal Herria y de los Estados español y francés debemos mantenernos firmes en la lucha contra la ley de partidos y el recorte de derechos democráticos que supone, así como apoyar a la Izquierda Abertzale en su lucha por derogar dicha ley.