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25.5.06 

Especial 25 de mayo III

BERNARDO DE MONTEAGUDO (1785-1825):

Para presentar a este gran revolucionario americano reproducimos a continuación, una semblanza que sobre él escribe Jorge Correa en su magnífico libro publicado con el título de "Febo Asoma" :

"'La vida meteórica de Bernardo de Monteagudo, figura prócer de nuestra historia, me ha hecho pensar siempre en la trayectoria refulgente y conturbadora de los cometas. Fue un surco de fuego en el firmamento político de América. Como los cometas, apareció, ardió y corrió a hundirse en la sombra con la llama encendida'. Con esa brillante metáfora, Juan Pedro Echagüe prolonga la bellísima biografía que escribió sobre este insigne paladín americano".

"Americano, porque su patria fue todo el continente. Al igual que San Martín y Bolívar, a cuyas órdenes actuó, no lo contuvieron nunca las fronteras nacionales, por lo demás no perfiladas definitivamente en su época. Argentina, Chile y Perú, países en los que ocupó relevantes cargos públicos, recién se estaban desgajando del desmembrado imperio español. A esas incipientes naciones dedicó todo su saber, su voluntad y su entusiasmo, y en ellas dejó jirones de su alma inquieta y aventurera, como el cometa que va perdiendo su cola en los espacios que atraviesa".

"Monteagudo fue, con su carisma, su lucidez y su prestancia, el más prominente de los discípulos de Moreno. Cuando murió el admirado maestro, tomó decididamente su antorcha y prosiguió, sin declamaciones estériles, su lucha para coronar la independencia, despojada de las añejidades heredadas de la Colonia".

"Le tocó vivir en una época contradictoria. La conmoción revolucionaria que agitaba a América se ensombrecía ante el avance del absolutismo monárquico en Europa, afirmado tras la consolidación de la Santa Alianza. Las ideas democráticas de los inicios de la revolución debieron afrontar una dura prueba ante la influencia del recalcitante conservatismo europeo. Las contradicciones embargaron a los patriotas, y muchos ven un abismo entre el Monteagudo de 1812 y el de 1823. Pero el objetivo de la independencia no se vio menoscabado, aunque se dudase y se divergiese sobre las formas de gobierno y convivencia que debían darse las nuevas naciones".

Sus Escritos políticos: 1811 ? 1823 Ensayo sobre la necesidad de una Federación General entre los Estados Hispano-Americanos y plan de su organización. (recopilación de M. Pelliza).

"Cada siglo lleva en sí el germen de los sucesos que van a desenvolverse en el que sigue. Cada época extraordinaria, así en la naturaleza como en el orden social, anuncia una inmediata de fenómenos raros y de combinaciones prodigiosas. La revolución del mundo americano ha sido el desarrollo de las ideas del siglo XVIII y nuestro triunfo no es sino el eco de los rayos que han caído sobre los tronos que desde la Europa dominaban el resto de la tierra".

"La independencia que hemos adquirido es un acontecimiento que, cambiando nuestro modo de ser y de existir en el universo,cancela las obligaciones que nos había dictado el espíritu del siglo XV y nos señala las nuevas relaciones en que vamos a entrar, los pactos de honor que debemos contraer y los principios que es preciso seguir para establecer sobre ellos el derecho público que rija en lo sucesivo los estados independientescuya federación es el objeto de este ensayo y el término en que coinciden los deseos de orden y las esperanzas de libertad".

"Ningún designio ha sido más antiguo entre los que han dirigido los negocios públicos, durante la revolución, queformar una liga general contra el común enemigo y llenar con la unión de todos el vacío que encontraba cada uno en sus propios recursos. Pero la inmensa distancia que separa las secciones que hoy son independientes y las dificultades de todo género que se presentaban para entablar comunicaciones y combinar planes importantes entre nuestros gobiernos provisorios, alejaban cada día más la esperanza de realizar el proyecto de la federación general. Hasta los últimos años se ignoraba en las secciones que se hallan al sur del Ecuador lo que pasaba en las del norte, mientras no se recibían noticias indirectas por la vía de Inglaterra o de los Estados Unidos. Cada desgracia que sufrían nuestros ejércitos hacía sentir, infructuosamente,la necesidad de estar todos ligados. Pero los obstáculos eran por entonces superiores a esa misma necesidad".

"En el año 21 (1821), por primera vez, pareció practicable aquel designio. El Perú, aunque oprimido en su mayor parte, entró, sin embargo, en el sistema americano: Guayaquil y otros puertos del Pacífico se abrieron al comercio de los independientes: la victoria puso en contacto al septentrión y al mediodía: y el genio que hasta entonces había dirigido y aún dirige la guerra con más constancia y fortuna, emprendió poner en obra el plan de la confederación hispanoamericana"...

"Entretanto no debemos disimular que todas nuestras nuevas repúblicas en general y particularmente alguna de ellas, experimentarían en la contienda inmensos peligros que ni hoy es fácil prever, ni lo sería quizá entonces evitar, si faltase la uniformidad de acción y voluntad que supone un convenio firmado de antemano y una asamblea que le amplíe y modifique según las circunstancias...? ?Es preciso no olvidar que aún nos hallamos en un estado de ignorancia, que podría llamarse feliz sino fuese perjudicial algunas veces, de esos artificios políticos y de esas maniobras insidiosas que hacen marchar a los pueblos de precipicio en precipicio con la misma confianza que si caminases por un terreno unido. Es preciso no olvidar, en fin, que todos los hábitos de la esclavitud son inveterados (arraigados) entre nosotros; y que los de la libertad empiezan apenas a formarse por repetición de los experimentos políticos que han hecho nuestros gobiernos y de algunas lecciones útiles que hemos recibido en la escuela de la adversidad"...

"Independencia, paz y garantía: éstos son los grandes resultados que debemos esperar de la asamblea continental, según se ha manifestado rápidamente en este ensayo. De las seis secciones políticas en la que está actualmente dividida la América llamada antes española, las dos tercias partes han votado ya a favor de la liga republicana. Méjico, Colombia y Perú han concluido tratados especiales sobre este objeto. Y sabemos que las provincias unidas de Centroamérica han dado instrucciones a su plenipotenciario cerca de Colombia y el Perú para acceder a aquella liga. Desde el mes de marzo de 1822, se publicó en Guatemala, en el Amigo de la Patria, un artículo sobre este plan, escrito con todo el fuego y elevación que caracterizan a su ilustrado autor el señor Valle. Su idea madre es la misma que ahora nos ocupa:formar un foco de luz que ilumine a la América: crear un poder que una las fuerzas de catorce millones de individuos: estrechar las relaciones de los americanos, uniéndolos por el gran lazo de un congreso común, para que aprendan a identificar sus intereses y formar a la letra una sola familia. Tenemos fundadas razones para creer que las secciones de Chile y el Río de la Plata definirán también al consejo de sus intereses, entrando en el sistema de la mayoría, como el único capaz de dar a la América, que por desgracia se llamó antes española, independencia, paz y garantías".

Bernardo de Monteagudo: patriota, revolucionario, intelectual brillante, impulsor de la Patria Grande. Hombre peligroso para los intereses mezquinos, para los mediocres, para los traidores, para los yanquis y los europeos, para los intereses feudales locales. Hombre peligroso que reunía valor, honor e inteligencia... Quizá por todo ello su vida finaliza, en Lima, el 28 de enero de 1825, de esta manera: pero dejaremos que lo cuente Jorge Correa, desde su libro Febo Asoma:

"Había salido de la casa de Soler y, solitario, se introdujo en la penumbra de la noche sin luna. Los pobres curaban sus fatigas en sus casuchas miserables. Las familias patricias dormían entre tules en sus alcázares saturados de incienso. Haciendo sonar sus tacos en los ásperos adoquines, extraviándose en las sinuosa callejuelas apenas iluminadas por débiles faroles, Monteagudo repasó los balcones en los que tantas señoritas habían suspirado alguna vez a su paso. Aspiró el aroma fresco de los jazmines custodiados por las rejas y portales de la ciudad colonial y sintió una vaga, sutil, efímera sensación de goce".

"De pronto, en una esquina, sin que él tuviera tiempo de advertirlo, dos siluetas macabras salieron a su encuentro. Apenas si alcanzó a ver el brillo raudo del acero. Sintió su pecho atravesado por lacerante dolor y se palpó la sangre caliente mientras los asesinos huían. Su galante figura se desmoronó en la vereda, confundida con la noche".