Articulos de Opinion 19-5-06
Derechos humanos
Implicada la Iglesia Católica
El tráfico de bebés en Argentina
Por: Roberto Molina (PL) (Fecha publicación:18/05/2006)
Información Adicional
Tema: Derechos de la niñez
País/es: Argentina
Un escándalo que tiende a implicar a un jerarca de la Iglesia Católica argentina crece como bola de nieve al hacerse públicos detalles sobre operaciones organizadas de tráficos de bebés.
A medida que diversos medios de
Monseñor Antonio Baseotto
difusión masiva halan del hilo de la oscura e intrincada madeja, cobra mayores dimensiones la denuncia sobre compra-venta de recién nacidos en la región de Añatuya, provincia de Santiago del Estero.
Y junto con las revelaciones de un asunto que era un secreto a voces entre los pobladores locales, se devela la participación de monjas en el pingüe negocio, con el eventual visto bueno o tolerancia del ex obispo de Añatuya, monseñor Antonio Baseotto.
Los pormenores provinieron de los alertas de la Fundación Adoptar, una organización no gubernamental, y de su presidente Julio Ruiz.
El activista afirmó que en esa región (unos 30 mil habitantes), con más de la mitad de la población bajo el índice de pobreza, 'hubo 10 mil casos de bebés entregados irregularmente en los últimos 10 años'.
Basó sus deducciones en que una gran cantidad de partos no se registran y denunció la existencia de una organización encargada de buscar mujeres embarazadas para que entreguen sus recién nacidos por dinero.
Aseveró que a veces lo hacen por una minúscula casita de ladrillos o por sumas de hasta 50 pesos (menos de 17 dólares).
En tanto, acotó, los intermediarios se embolsan entre 5.000 pesos (1.670 dólares) y 20 mil euros, en dependencia de si la pareja receptora es argentina o europea.
Ruiz dice tener conocimientos de la acción delictiva de redes en la región ocupadas de organizar partos en hoteles y de entregar a las futuras mamás 300 pesos al mes (100 dólares) durante el embarazo para garantizar que el bebé nazca sano.
Después, según denunció Adoptar ante la Justicia, hay otra red de 'parteros, médicos, monjas, un ex funcionario judicial y al ex obispo de Añatuya, Antonio Baseotto'.
El prelado, involucrado recientemente en un pleito con el gobierno por lo cual el presidente Néstor Kirchner lo retiró en marzo como capellán de las Fuerzas Armadas Argentinas, dijo que no hablará sobre el tema, al ser consultado por el diario Clarín.
La indulgencia de las instituciones del poder ante este aberrante hecho, fue reconocida por el gobernador provincial, el abogado de 41 años Gerardo Zamora, quien admitió que de cada 10 niños nacidos en la provincia sólo dos son registrados.
Zamora, vinculado a la vida política desde 1991 al ser elegido diputado, fue antes líder estudiantil en la Universidad Católica de Santiago del Estero, cuando estudiaba Abogacía.
'Para mí, Baseotto es el responsable máximo, la cabeza principal, el jefe, el líder de esta asociación ilícita', sentenció el abogado Luis Santucho, de la Fundación Liga Argentina por los Derechos del Hombre, en declaraciones para Página 12.
Añadió que 'a las embarazadas las llevaban a un lugar que tiene el obispado en Añatuya. Cuando nacía el bebé traían a la pareja compradora, que en muchos casos venía de Alemania, y hacían acuerdos a través del obispado'.
Sobre el tema, el periódico digital Corrientes Noticias, insiste en las evidencias que involucran al monseñor, de quien recuerda su firme oposición pública a la educación sexual, el aborto y la anticoncepción.
También apunta que, frente a la campaña a favor del uso de preservativos del ministro de Salud, Ginés González, escribió que 'a quienes escandalicen a los niños, deberían atarles una piedra de molino al cuello y arrojarlos al mar', de ahí su democión.
'¿Será que si los bebés no nacen se le termina el negocio?', se pregunta la publicación de la vecina provincia de Corrientes.
MEXICO MURO Y MILITARIZACION DE LA FRONTERA
Por Teodoro Rentería Arróyave
19 de maio de 2006
Decía el presidente, Adolfo López Mateos, por cierto el mejor recordado de los últimos 50 años e incluyo a todos los posteriores, que las relaciones con Estados Unidos debían darse dentro del ámbito del respeto mutuo y sin ceder un ápice en sus decisiones hegemónicas; hay que chantajearlos, precisaba, con la izquierda que llamó dentro de la Constitución, para que entiendan que es preferible tener un amigo en la frontera común.
Esta lección de lógica política bilateral no ha sido tomada en cuenta y por ello la ignominia de que la gran potencia mundial no sólo militarice la frontera común sino además se aliste a levantar el muro de la ignominia de más de 3 mil 500 kilómetros.
Solamente en la inocencia o en la complicidad del Gobierno en turno se pensó que siendo dóciles a los mandatos del imperio prevalecerían buenas, magníficas, progresistas y fraternales relaciones con el gigante del norte. La fuerza de México siempre había radicado en la grandeza reconocida de su política exterior. Demostramos debilidad, y de ninguna manera nos referimos a la fuerza armamentista, sino a los argumentos de esa política internacional nuestra de respeto a la soberanía de las naciones y a la libre determinación de los pueblos.
Cuando los gobiernos, en traición a sus representados, son sumisos a las hegemonías ocurre lo que ahora ofende no sólo a México, sino al continente y al mundo entero. Que no quepa la menor duda: sin defensa alguna por parte del vecino del sur, los poderes estadounidenses se pusieron de acuerdo y en menos de 48 horas, uno detrás de otro, anunciaron las sendas canalladas.
El lunes por la noche el presidente, George W. Bush dio a conocer en lo que pretendió ser un mal juego malabarista de palabras y sólo fue un engaño, que no se militarizaría la frontera común con México; no obstante que a partir de junio estacionará 6 mil soldados armados para reforzar a los 12 mil elementos de la patrulla fronteriza. El jefe del imperio cree que a los mexicanos nos puede engañar con sus eufemismos como engaña a sus paisanos.
Este miércoles por la tarde el Senado de Estados Unidos aprobó la construcción del muro fronterizo. Una cerca ignominiosa que tendrá una longitud en su primera etapa de 595 kilómetros a lo largo de la frontera común.
La enmienda fue aprobada por 83 votos a favor y 16 en contra y también prevé levantar unos 800 kilómetros de barreras para impedir el paso de automóviles. No podía ser de otra manera: la medida fue propuesta por los republicanos, mayoría en ambas cámaras del Congreso.
Desde luego que las manifestaciones de los últimos días, que sorprendieron a un pueblo normalmente seguro de su destino y las que hoy protagonizaron cientos de manifestantes en las cercanías del Capitolio para exigir respeto a los derechos para los inmigrantes, nada importaron.
Muro y militarización de la frontera es el pago justo al sumiso gobierno mexicano en turno.
- Teodoro Rentería Arróyave es periodista y escritor, vicepresidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP
Testimonio de Samantha Dietmar, violentada en Atenco y luego expulsada de Mexico
Escrito por Samantha Dietmar
martes, 16 mayo 2006
Mi nombre es Samantha Dietmar, tengo 27 años de edad y estudio en Alemania fotografía y diseño gráfico. Quería documentar en México, el campo y personas.
Con la expectativa de una marcha pacífica de protesta contra la violencia policiaca, a nivel nacional (llamada para las primeras horas de la mañana del 4 de mayo), me fui junto con un grupo de estudiantes y compañeros de la Ciudad de México hacia San Salvador Atenco, con una parada intermedia en la Universidad Autónoma de Chapingo, y de esta forma la noche anterior a eso de las 21 horas llegamos a la entrada de la ciudad en autobuses y automóviles. La parte final del camino la recorrimos a pie y pude hacerme una imagen de lo terrible de la tarde pasada, en el fuego de las llantas quemándose.
Restos de disparos de armas de fuego, vidrios rotos de las bombas molotow, lo que quedó de cohetones de advertencia, cristales de ventanas rotas, autos incendiados. Hice algunas fotos y me uní a la gente de medios alternativos, para poder comprender todo mejor en forma hablada. Ya había aprendido español en los meses anteriores a mi viaje, pero como es normal todavía había mucho que no podía comprender a detalle.
Hubo una junta en el centro de la ciudad y un poco después las personas de los medios siguieron su camino hacia la clínica de la ciudad, para poder documentar la transportación de los policías que estaban siendo bien atendidos, y que iban hacia la Ciudad de México. Los helicópteros hacían círculos sobre nosotros. Auguraban algo malo. Pasé la noche entre numerosos periodistas en un pequeño hotel en la entrada sur de la ciudad.
A eso de las 6 de la mañana me espanté mucho. Sonaban las campanas de la iglesia, explotaban bombas, volaban piedras, efectivamente había empezado otro enfrentamiento -pudieron producirlo rápidamente con la fuerza de cerca de 3000 policías contra unos 300 manifestantes. El gas lacrimógeno se metió por las ventanas y puertas del hotel. Con miedo me puse en pañuelo mojado para taparme la boca y la nariz y me quedé dos horas escondida en el baño del hotel. El propietario del hotel tenía la televisión prendida en su oficina, y las pocas personas que se quedaron en el hotel pudieron seguir con decepción, como la policía ocupaba sistemáticamente la ciudad. Mi único pensamiento era llegar lo más pronto posible de regreso a la Ciudad de México, porque ahí habían ya aparecido muerte y heridas mortales. Cuando se comprobó en la televisión, que las tropas policiacas seguían avanzando hacia el Centro, dejé tras la salida del sol sin detenerme con mi mochila y mi cámara el hotel. Transcurrido menos de un minuto llegó a través de la niebla de gas lacrinmógeno un grupo de policías corriendo hacia mi y tras otras tres personas pacíficas.
A mi me presionaban contra la pared de una casa y me preguntaron por mi identificación. Temblando busqué en la bolsa de mi pantalón, les dí mi identificación de la prensa internacional y pregunté que había hecho. "Ella no es de aquí" gritaron, mi identificación cayó al suelo y fuí llevada en dirección a un transporte. Ahí empezó el infierno para mí.
Fuí jaloneada de los cabellos y de los brazos para meterme al transporte, donde una montaña de personas ya estaban apiladas unas sobre otras. Por todos lados había sangre, las personas gemían.
No me quedó otra que tirarme hacia adelante, tendida sobre mi panza, con los brazos alrededor de mi cabeza como protección. Los policías nos insultaban y nos escupían, se subieron en el borde a un lado de la superficie de carga y cuando se echó a andar el transporte, se pararon sobre mí y sobre los demás con sus botas, gritaron y nos insultaron, golpearon con sus toletes nuestras espaldas, cabezas y pies. Yo sentí manos que tocaban mi trasero y espalda, que aparte me estaban tratanto de quitar mi ropa cintura hacia arriba. Cuando yo trataba de volver a poner mi ropa, me gritaban "Gringa" y alguien me golpeó en la cara. Mi nariz sangraba. Ya no podía pensar en nada más. Sin moverme aguanté todo. El camión se detuvo. De los cabellos nos jalaron hacia otro camión más grande. Ahí estaba ya otro grupo de personas bañados en sangre en cuclillas hasta atrás del piso del camión. Nos tuvimos que echar sobre la gente. Golpes, pisoteos, insultos. Nuestras cabezas fueron presionadas hacia abajo, para que no pudiéramos ver sus caras. Los policías empezaron a registrar los nombres.
Me arrancaron mi bolsa con pasaporte, dinero, película, y mi cámara y lentes, detenían mi cabeza por los cabellos hacia arriba, grité mi nombre y que era de Alemania. Los llantos, el olor, el ruido del ambiente era insoportable. No sabía que podía pasar después, y esto me daba un miedo horrible. Mi pañoleta azul la pusieron sobre mi cabeza y debí sentarme en una banca del camión. Tuve que escuchar como tomaban los nombre manteniendo mi cabeza inclinada hacia abajo con un tolete. Una y otra vez vinieron policias al camión y preguntaron por la alemana, levantaron mi pañuelo, querían ver mi cara. Yo no debía moverme. Unas manos tocaban mis pechos. Me preguntaron qué estaba haciendo aquí. Había un poco de calma, hasta que llegó un tercer transporte con detenidos y otra vez se fue, y empezó este violento registro de los nombres otra vez. Ninguno de los detenidos se atrevió a moverse. Había muchos heridos graves entre ellos. Tuvieron que quedarse en cuclillas en el suelo y en las bancas, en parte tirados revueltos. Los policías nos gritaban continuamente y golpeaban sobre las personas. A mí me ofrecieron un vaso con agua, y me dijeron que me sentara con un grupo de los policías. Dijeron: "Si cooperas no te va a pasar nada".
El camión empezó a caminar. Me dijeron que me quitara mi pañoleta. entonces tuve que hablar con los policías 2 horas y media, hicieron fotos de grupo con sus celulares, se pasaban una foto pornográfica del celular de uno de ellos, me preguntaron sobre el EZLN, la ETA y sobre Hitler, y alguien me preguntó por qué estaba ahí y por qué tenía una cámara. Me podía librar un poco mostrando que no tenía suficientes conocimientos del idioma. Dijeron que tenía bonitos ojos, y si no me quería ir con uno de los policías, e inmediatamente le pegaban a un compañero de atrás, que se doblaba del dolor. Mis cabellos que arrancaron volaban por el camión.Un policía se los puso. Reían. Empecé a llorar, de desesperación, rabia y dolor. Me animaron, diciendo que seguramente pronto me entregarían al consulado alemán y que no tendría que quedarme con los "delincuentes". Al finalizar el viaje me dijeron que les diera mis películas, mi dinero y mis tarjetas de crédito. Llegamos a Toluca.
Me pusieron otra vez mi pañoleta, cuando estábamos esperando en el camión, para que nos llevaran a la prisión. Varias veces acariciaron mi cabeza, pero patearon brutalmente a los otros prisioneros, para que se levantaran. Por el pañuelo no podía ver mucho. A cada lo arrastraba un policía hasta la fila de espera para el registro a la entrada del penal, con la cabeza hacia abajo, las manos juntas en la espalda, y presionado contra la pared. Quejidos y sollozos. Y los golpes ahogados de las botas de los policías contra los pies y en la zona del estómago de los prisioneros. Violencia sin final. Finalmente en la prisión por lo menos se disipó enormemente la situación de violencia. Los heridos de gravedad fueron trasladados a la clínica al interior del penal, pudimos ir al baño. Ahora teníamos que esperar en una gran sala. Mujeres y hombres en mesas separadas. Se podía hablar un poco. Las caras de las personas estaban llenas de miedo y de heridas. Después hubo algo de comer y para tomar. Fui llevada al médico con otras cuatro personas que no eran mexicanas (Christina, Maria, Valerie y Mario), que también habían sido fuertemente maltratadas física y psicológicamente. A nuestras preguntas por teléfono, abogado, consulado, nos contestaron siempre respuestas con promesas como " ah, si, más tarde".
En una sala que se dispuso provisionalmente para la toma de declaraciones, en otra sala uno tras otro declaró. Yo tenía dificultades para describir en español la situación. Todo tenía que hacerse rápidamente. Después siguió otra vez una muy larga espera sin información de lo que iba a pasar. El primer doloroso espacio para traer a la memoria otra vez lo vivido. De ahí en adelante nos controlaban en el grupo de cinco personas. Apareció la Comisión de Derechos Humanos, nos inquirió acerca de los maltratos e hicieron fotos, contactaron también más tarde para mí a la embajada alemana. Estábamos agotados y fuimos a dormir helados en las bancas de madera. Por el abundante gas lacrimógeno y de las lágrimas, mis ojos estaban infectados y tuve que quitar mis lentes de contacto, por mi grave debilidad visual estaba casi ciega. Me despertaron en algun momento para tomarme huellas digitales y fotos. Entonces, (como a las 0:30h, del 5 de mayo de 2006) nuestro grupo fue llevado con la expectativa de tener una celda donde dormir. En la puerta nos avisaron en lugar de eso, que no podían hacer nada por nosotros en Toluca y que íbamos a ser trasladados a la oficina de migración a la Ciudad de México.
Y entonces todo ocurrió rápidamente. Transporte, otras investigaciones, tomas de declaraciones, otra vez ninguna respuesta a preguntas en especial sobre la situación legal, derechos de denuncia o de demanda judicial. Tampoco me fueron leidos ni informados mis derechos. Los consulados correspondientes se reportaron con nosotros, y pudimos hablar personalmente con ellos. El consulado alemán me ofreció por fin avisar a mi familia. Ya que mis documentos y la cámara no fueron entregados por la policía a la prisión, fuí acompañada por cuatro policías para que me hicieran otro pasaporte para la República Alemana al consulado alemán, (más o menos a las 15:00h, del 5 de mayo de 2006). De ahí me llevaron directamente al aeropuerto de la Ciudad de México, donde ya estaban también los otros cuatro compas esperando que los deportaran. Más adelante ya no tuvimos ninguna posibilidad de hablar por teléfono. La última espera fue en una celda especial de la oficina de migración del aeropuerto Entonces nos separaron (mi vuelo a las 21:30h México-LondresFFM con British Airways). Cada uno de nosotros tuvo durante todo el vuelo dos policías de migración a los lados, que a mi me entregaron, sin las actas de mi caso, a los sorprendidos policías alemanes al medio día del 6 de mayo en Frankfurt del Meno. Más tarde me atendieron otra vez en una clínica.
Implicada la Iglesia Católica
El tráfico de bebés en Argentina
Por: Roberto Molina (PL) (Fecha publicación:18/05/2006)
Información Adicional
Tema: Derechos de la niñez
País/es: Argentina
Un escándalo que tiende a implicar a un jerarca de la Iglesia Católica argentina crece como bola de nieve al hacerse públicos detalles sobre operaciones organizadas de tráficos de bebés.
A medida que diversos medios de
Monseñor Antonio Baseotto
difusión masiva halan del hilo de la oscura e intrincada madeja, cobra mayores dimensiones la denuncia sobre compra-venta de recién nacidos en la región de Añatuya, provincia de Santiago del Estero.
Y junto con las revelaciones de un asunto que era un secreto a voces entre los pobladores locales, se devela la participación de monjas en el pingüe negocio, con el eventual visto bueno o tolerancia del ex obispo de Añatuya, monseñor Antonio Baseotto.
Los pormenores provinieron de los alertas de la Fundación Adoptar, una organización no gubernamental, y de su presidente Julio Ruiz.
El activista afirmó que en esa región (unos 30 mil habitantes), con más de la mitad de la población bajo el índice de pobreza, 'hubo 10 mil casos de bebés entregados irregularmente en los últimos 10 años'.
Basó sus deducciones en que una gran cantidad de partos no se registran y denunció la existencia de una organización encargada de buscar mujeres embarazadas para que entreguen sus recién nacidos por dinero.
Aseveró que a veces lo hacen por una minúscula casita de ladrillos o por sumas de hasta 50 pesos (menos de 17 dólares).
En tanto, acotó, los intermediarios se embolsan entre 5.000 pesos (1.670 dólares) y 20 mil euros, en dependencia de si la pareja receptora es argentina o europea.
Ruiz dice tener conocimientos de la acción delictiva de redes en la región ocupadas de organizar partos en hoteles y de entregar a las futuras mamás 300 pesos al mes (100 dólares) durante el embarazo para garantizar que el bebé nazca sano.
Después, según denunció Adoptar ante la Justicia, hay otra red de 'parteros, médicos, monjas, un ex funcionario judicial y al ex obispo de Añatuya, Antonio Baseotto'.
El prelado, involucrado recientemente en un pleito con el gobierno por lo cual el presidente Néstor Kirchner lo retiró en marzo como capellán de las Fuerzas Armadas Argentinas, dijo que no hablará sobre el tema, al ser consultado por el diario Clarín.
La indulgencia de las instituciones del poder ante este aberrante hecho, fue reconocida por el gobernador provincial, el abogado de 41 años Gerardo Zamora, quien admitió que de cada 10 niños nacidos en la provincia sólo dos son registrados.
Zamora, vinculado a la vida política desde 1991 al ser elegido diputado, fue antes líder estudiantil en la Universidad Católica de Santiago del Estero, cuando estudiaba Abogacía.
'Para mí, Baseotto es el responsable máximo, la cabeza principal, el jefe, el líder de esta asociación ilícita', sentenció el abogado Luis Santucho, de la Fundación Liga Argentina por los Derechos del Hombre, en declaraciones para Página 12.
Añadió que 'a las embarazadas las llevaban a un lugar que tiene el obispado en Añatuya. Cuando nacía el bebé traían a la pareja compradora, que en muchos casos venía de Alemania, y hacían acuerdos a través del obispado'.
Sobre el tema, el periódico digital Corrientes Noticias, insiste en las evidencias que involucran al monseñor, de quien recuerda su firme oposición pública a la educación sexual, el aborto y la anticoncepción.
También apunta que, frente a la campaña a favor del uso de preservativos del ministro de Salud, Ginés González, escribió que 'a quienes escandalicen a los niños, deberían atarles una piedra de molino al cuello y arrojarlos al mar', de ahí su democión.
'¿Será que si los bebés no nacen se le termina el negocio?', se pregunta la publicación de la vecina provincia de Corrientes.
MEXICO MURO Y MILITARIZACION DE LA FRONTERA
Por Teodoro Rentería Arróyave
19 de maio de 2006
Decía el presidente, Adolfo López Mateos, por cierto el mejor recordado de los últimos 50 años e incluyo a todos los posteriores, que las relaciones con Estados Unidos debían darse dentro del ámbito del respeto mutuo y sin ceder un ápice en sus decisiones hegemónicas; hay que chantajearlos, precisaba, con la izquierda que llamó dentro de la Constitución, para que entiendan que es preferible tener un amigo en la frontera común.
Esta lección de lógica política bilateral no ha sido tomada en cuenta y por ello la ignominia de que la gran potencia mundial no sólo militarice la frontera común sino además se aliste a levantar el muro de la ignominia de más de 3 mil 500 kilómetros.
Solamente en la inocencia o en la complicidad del Gobierno en turno se pensó que siendo dóciles a los mandatos del imperio prevalecerían buenas, magníficas, progresistas y fraternales relaciones con el gigante del norte. La fuerza de México siempre había radicado en la grandeza reconocida de su política exterior. Demostramos debilidad, y de ninguna manera nos referimos a la fuerza armamentista, sino a los argumentos de esa política internacional nuestra de respeto a la soberanía de las naciones y a la libre determinación de los pueblos.
Cuando los gobiernos, en traición a sus representados, son sumisos a las hegemonías ocurre lo que ahora ofende no sólo a México, sino al continente y al mundo entero. Que no quepa la menor duda: sin defensa alguna por parte del vecino del sur, los poderes estadounidenses se pusieron de acuerdo y en menos de 48 horas, uno detrás de otro, anunciaron las sendas canalladas.
El lunes por la noche el presidente, George W. Bush dio a conocer en lo que pretendió ser un mal juego malabarista de palabras y sólo fue un engaño, que no se militarizaría la frontera común con México; no obstante que a partir de junio estacionará 6 mil soldados armados para reforzar a los 12 mil elementos de la patrulla fronteriza. El jefe del imperio cree que a los mexicanos nos puede engañar con sus eufemismos como engaña a sus paisanos.
Este miércoles por la tarde el Senado de Estados Unidos aprobó la construcción del muro fronterizo. Una cerca ignominiosa que tendrá una longitud en su primera etapa de 595 kilómetros a lo largo de la frontera común.
La enmienda fue aprobada por 83 votos a favor y 16 en contra y también prevé levantar unos 800 kilómetros de barreras para impedir el paso de automóviles. No podía ser de otra manera: la medida fue propuesta por los republicanos, mayoría en ambas cámaras del Congreso.
Desde luego que las manifestaciones de los últimos días, que sorprendieron a un pueblo normalmente seguro de su destino y las que hoy protagonizaron cientos de manifestantes en las cercanías del Capitolio para exigir respeto a los derechos para los inmigrantes, nada importaron.
Muro y militarización de la frontera es el pago justo al sumiso gobierno mexicano en turno.
- Teodoro Rentería Arróyave es periodista y escritor, vicepresidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP
Testimonio de Samantha Dietmar, violentada en Atenco y luego expulsada de Mexico
Escrito por Samantha Dietmar
martes, 16 mayo 2006
Mi nombre es Samantha Dietmar, tengo 27 años de edad y estudio en Alemania fotografía y diseño gráfico. Quería documentar en México, el campo y personas.
Con la expectativa de una marcha pacífica de protesta contra la violencia policiaca, a nivel nacional (llamada para las primeras horas de la mañana del 4 de mayo), me fui junto con un grupo de estudiantes y compañeros de la Ciudad de México hacia San Salvador Atenco, con una parada intermedia en la Universidad Autónoma de Chapingo, y de esta forma la noche anterior a eso de las 21 horas llegamos a la entrada de la ciudad en autobuses y automóviles. La parte final del camino la recorrimos a pie y pude hacerme una imagen de lo terrible de la tarde pasada, en el fuego de las llantas quemándose.
Restos de disparos de armas de fuego, vidrios rotos de las bombas molotow, lo que quedó de cohetones de advertencia, cristales de ventanas rotas, autos incendiados. Hice algunas fotos y me uní a la gente de medios alternativos, para poder comprender todo mejor en forma hablada. Ya había aprendido español en los meses anteriores a mi viaje, pero como es normal todavía había mucho que no podía comprender a detalle.
Hubo una junta en el centro de la ciudad y un poco después las personas de los medios siguieron su camino hacia la clínica de la ciudad, para poder documentar la transportación de los policías que estaban siendo bien atendidos, y que iban hacia la Ciudad de México. Los helicópteros hacían círculos sobre nosotros. Auguraban algo malo. Pasé la noche entre numerosos periodistas en un pequeño hotel en la entrada sur de la ciudad.
A eso de las 6 de la mañana me espanté mucho. Sonaban las campanas de la iglesia, explotaban bombas, volaban piedras, efectivamente había empezado otro enfrentamiento -pudieron producirlo rápidamente con la fuerza de cerca de 3000 policías contra unos 300 manifestantes. El gas lacrimógeno se metió por las ventanas y puertas del hotel. Con miedo me puse en pañuelo mojado para taparme la boca y la nariz y me quedé dos horas escondida en el baño del hotel. El propietario del hotel tenía la televisión prendida en su oficina, y las pocas personas que se quedaron en el hotel pudieron seguir con decepción, como la policía ocupaba sistemáticamente la ciudad. Mi único pensamiento era llegar lo más pronto posible de regreso a la Ciudad de México, porque ahí habían ya aparecido muerte y heridas mortales. Cuando se comprobó en la televisión, que las tropas policiacas seguían avanzando hacia el Centro, dejé tras la salida del sol sin detenerme con mi mochila y mi cámara el hotel. Transcurrido menos de un minuto llegó a través de la niebla de gas lacrinmógeno un grupo de policías corriendo hacia mi y tras otras tres personas pacíficas.
A mi me presionaban contra la pared de una casa y me preguntaron por mi identificación. Temblando busqué en la bolsa de mi pantalón, les dí mi identificación de la prensa internacional y pregunté que había hecho. "Ella no es de aquí" gritaron, mi identificación cayó al suelo y fuí llevada en dirección a un transporte. Ahí empezó el infierno para mí.
Fuí jaloneada de los cabellos y de los brazos para meterme al transporte, donde una montaña de personas ya estaban apiladas unas sobre otras. Por todos lados había sangre, las personas gemían.
No me quedó otra que tirarme hacia adelante, tendida sobre mi panza, con los brazos alrededor de mi cabeza como protección. Los policías nos insultaban y nos escupían, se subieron en el borde a un lado de la superficie de carga y cuando se echó a andar el transporte, se pararon sobre mí y sobre los demás con sus botas, gritaron y nos insultaron, golpearon con sus toletes nuestras espaldas, cabezas y pies. Yo sentí manos que tocaban mi trasero y espalda, que aparte me estaban tratanto de quitar mi ropa cintura hacia arriba. Cuando yo trataba de volver a poner mi ropa, me gritaban "Gringa" y alguien me golpeó en la cara. Mi nariz sangraba. Ya no podía pensar en nada más. Sin moverme aguanté todo. El camión se detuvo. De los cabellos nos jalaron hacia otro camión más grande. Ahí estaba ya otro grupo de personas bañados en sangre en cuclillas hasta atrás del piso del camión. Nos tuvimos que echar sobre la gente. Golpes, pisoteos, insultos. Nuestras cabezas fueron presionadas hacia abajo, para que no pudiéramos ver sus caras. Los policías empezaron a registrar los nombres.
Me arrancaron mi bolsa con pasaporte, dinero, película, y mi cámara y lentes, detenían mi cabeza por los cabellos hacia arriba, grité mi nombre y que era de Alemania. Los llantos, el olor, el ruido del ambiente era insoportable. No sabía que podía pasar después, y esto me daba un miedo horrible. Mi pañoleta azul la pusieron sobre mi cabeza y debí sentarme en una banca del camión. Tuve que escuchar como tomaban los nombre manteniendo mi cabeza inclinada hacia abajo con un tolete. Una y otra vez vinieron policias al camión y preguntaron por la alemana, levantaron mi pañuelo, querían ver mi cara. Yo no debía moverme. Unas manos tocaban mis pechos. Me preguntaron qué estaba haciendo aquí. Había un poco de calma, hasta que llegó un tercer transporte con detenidos y otra vez se fue, y empezó este violento registro de los nombres otra vez. Ninguno de los detenidos se atrevió a moverse. Había muchos heridos graves entre ellos. Tuvieron que quedarse en cuclillas en el suelo y en las bancas, en parte tirados revueltos. Los policías nos gritaban continuamente y golpeaban sobre las personas. A mí me ofrecieron un vaso con agua, y me dijeron que me sentara con un grupo de los policías. Dijeron: "Si cooperas no te va a pasar nada".
El camión empezó a caminar. Me dijeron que me quitara mi pañoleta. entonces tuve que hablar con los policías 2 horas y media, hicieron fotos de grupo con sus celulares, se pasaban una foto pornográfica del celular de uno de ellos, me preguntaron sobre el EZLN, la ETA y sobre Hitler, y alguien me preguntó por qué estaba ahí y por qué tenía una cámara. Me podía librar un poco mostrando que no tenía suficientes conocimientos del idioma. Dijeron que tenía bonitos ojos, y si no me quería ir con uno de los policías, e inmediatamente le pegaban a un compañero de atrás, que se doblaba del dolor. Mis cabellos que arrancaron volaban por el camión.Un policía se los puso. Reían. Empecé a llorar, de desesperación, rabia y dolor. Me animaron, diciendo que seguramente pronto me entregarían al consulado alemán y que no tendría que quedarme con los "delincuentes". Al finalizar el viaje me dijeron que les diera mis películas, mi dinero y mis tarjetas de crédito. Llegamos a Toluca.
Me pusieron otra vez mi pañoleta, cuando estábamos esperando en el camión, para que nos llevaran a la prisión. Varias veces acariciaron mi cabeza, pero patearon brutalmente a los otros prisioneros, para que se levantaran. Por el pañuelo no podía ver mucho. A cada lo arrastraba un policía hasta la fila de espera para el registro a la entrada del penal, con la cabeza hacia abajo, las manos juntas en la espalda, y presionado contra la pared. Quejidos y sollozos. Y los golpes ahogados de las botas de los policías contra los pies y en la zona del estómago de los prisioneros. Violencia sin final. Finalmente en la prisión por lo menos se disipó enormemente la situación de violencia. Los heridos de gravedad fueron trasladados a la clínica al interior del penal, pudimos ir al baño. Ahora teníamos que esperar en una gran sala. Mujeres y hombres en mesas separadas. Se podía hablar un poco. Las caras de las personas estaban llenas de miedo y de heridas. Después hubo algo de comer y para tomar. Fui llevada al médico con otras cuatro personas que no eran mexicanas (Christina, Maria, Valerie y Mario), que también habían sido fuertemente maltratadas física y psicológicamente. A nuestras preguntas por teléfono, abogado, consulado, nos contestaron siempre respuestas con promesas como " ah, si, más tarde".
En una sala que se dispuso provisionalmente para la toma de declaraciones, en otra sala uno tras otro declaró. Yo tenía dificultades para describir en español la situación. Todo tenía que hacerse rápidamente. Después siguió otra vez una muy larga espera sin información de lo que iba a pasar. El primer doloroso espacio para traer a la memoria otra vez lo vivido. De ahí en adelante nos controlaban en el grupo de cinco personas. Apareció la Comisión de Derechos Humanos, nos inquirió acerca de los maltratos e hicieron fotos, contactaron también más tarde para mí a la embajada alemana. Estábamos agotados y fuimos a dormir helados en las bancas de madera. Por el abundante gas lacrimógeno y de las lágrimas, mis ojos estaban infectados y tuve que quitar mis lentes de contacto, por mi grave debilidad visual estaba casi ciega. Me despertaron en algun momento para tomarme huellas digitales y fotos. Entonces, (como a las 0:30h, del 5 de mayo de 2006) nuestro grupo fue llevado con la expectativa de tener una celda donde dormir. En la puerta nos avisaron en lugar de eso, que no podían hacer nada por nosotros en Toluca y que íbamos a ser trasladados a la oficina de migración a la Ciudad de México.
Y entonces todo ocurrió rápidamente. Transporte, otras investigaciones, tomas de declaraciones, otra vez ninguna respuesta a preguntas en especial sobre la situación legal, derechos de denuncia o de demanda judicial. Tampoco me fueron leidos ni informados mis derechos. Los consulados correspondientes se reportaron con nosotros, y pudimos hablar personalmente con ellos. El consulado alemán me ofreció por fin avisar a mi familia. Ya que mis documentos y la cámara no fueron entregados por la policía a la prisión, fuí acompañada por cuatro policías para que me hicieran otro pasaporte para la República Alemana al consulado alemán, (más o menos a las 15:00h, del 5 de mayo de 2006). De ahí me llevaron directamente al aeropuerto de la Ciudad de México, donde ya estaban también los otros cuatro compas esperando que los deportaran. Más adelante ya no tuvimos ninguna posibilidad de hablar por teléfono. La última espera fue en una celda especial de la oficina de migración del aeropuerto Entonces nos separaron (mi vuelo a las 21:30h México-LondresFFM con British Airways). Cada uno de nosotros tuvo durante todo el vuelo dos policías de migración a los lados, que a mi me entregaron, sin las actas de mi caso, a los sorprendidos policías alemanes al medio día del 6 de mayo en Frankfurt del Meno. Más tarde me atendieron otra vez en una clínica.