Noticias del dia 25-2-06
Conferencia de Prensa de los padres de Cromagnon
Buenas tardes
Están aquí presentes Héctor Zerpa y su esposa, quienes a partir de la noche del 30 de diciembre de 2004, no sólo perdieron a su hijo Gustavo, sino todo contacto con su cuerpo, y fueron obligados por el descontrol, la desorganización y la incuria, a enterrar un hijo ajeno y a trocarlo por el propio recién 41 días después.
También están presentes Armando Canziani y su esposa Mimí, quienes luego de 24 horas de solitaria y azarosa búsqueda de su hija María Soledad, hallaron su cadáver. Dos días después fueron nuevamente lacerados con la entrega del cuerpo de María Soledad absolutamente deformado y en estado de descomposición.
También están presentes Federico, Lucía y Florencia. Florencia nació de nuevo el 30 de diciembre, cuando su hermana Lucía la rescató de la fila de los muertos en la que había sido colocado por culpa de la negligencia de los escasos médicos que estaban en el lugar.
Y como ellos muchos otros padres y muchos otros sobrevivientes que lloraron iguales pérdidas, padecieron similares vejámenes, y que hoy conviven con parecidos horrores.
Y un número importante de jóvenes (el que admite este pequeño lugar) que con su presencia testimonian el reclamo que toda la juventud viene haciendo desde que el 30 de diciembre de 2004 una masacre tronchó su alegría y daño severamente su esperanza.
En definitiva, están aquí las víctimas.
Frente a ellos queremos reinstaurar en la sociedad y en las autoridades, la memoria de los que ya no están.
Nuestros hijos. A aquellos 194 que nos fueron arrancados. Pero que a pesar de eso están en nuestros corazones, en nuestra memoria y en nuestro destino. Para nosotros siguen teniendo un rostro y un nombre: Yasmin, Adolfo, ?
Queremos que los tengan presentes porque parecen haberse fugado del recuerdo de la ciudad y de sus vecinos. Parecen estar ocultos tras las mezquindades de los responsables, condenados a aparecer sólo en los avisos de conmemoración necrológica y apagado su clamor por los ruidos mediáticos. Y sin embargo fueron hijos de la ciudad robados a esta hace solamente un año. Y nada menos que 194. Con cuanta razón nos ha dicho el Cardenal Bergoglio: ?ciudad distraída, ciudad dispersa, ciudad egoísta: llorá. Te hace falta ser purificada por las lagrimas?nos hace falta llanto en Buenos Aires?
Por la misma razón también queremos que tengan presentes a los que necesitan recuperar la sonrisa. A aquellos que ese 30 de diciembre tan cercano, conservaron la vida a costa de no volver a soñar, a costa de tener grabado el horror en sus rostros. Algunos de ellos están aquí, no podían estar todos ya que son muchos, muchísimos. También ellos parecen haberse fugado de la memoria de la ciudad.
Y de igual manera queremos que tengan presentes a las familias. A las 194 familias que lloran muerte, y a las cuatro mil familias que conviven con el horror, la desesperanza, la incertidumbre, el desaliento y hasta la muerte en vida.
El 30 de diciembre, los que murieron, los que sobrevivieron y sus familias eran inocentes. Todos éramos inocentes y todos somos inocentes y esto, que debería ser obvio, no debe olvidarse jamás.
Sin embargo todos,
los que murieron
los que los sobrevivieron
sus familias
y los jóvenes, que claman por sus novios, novias, amigos, conocidos, compañeros, vecinos, compinches
aparecen hoy como culpables.
Culpables de un golpe institucional.
Culpables de impedirle a un mandatario regularmente elegido concluir su mandato.
Culpables de la promoción de un juicio político que no guardaría las formas.
Culpables de pretender remover a un jefe de gobierno por mal desempeño.
Culpables de dificultar acuerdos de reparto de poder preexistentes a sus reclamos.
Y en esta atribución de culpabilidades, se muestra a los muertos, a sus padres, a los sobrevivientes y a sus familias, como solidariamente consustanciados en un propósito desestabilizador, malvado. Similar, si se quiere, al que animó a las juntas de comandantes durante la dictadura. La apostasía de la democracia en manos de los familiares de las victimas.
Y de esta embriaguez de la razón, debe rescatarse una obviedad: los señalados culpables son sólo víctimas.
REIVINDICAMOS LA LEGITIMIDAD INCUESTIONABLE QUE NOS OTORGA LA CONDICION DE VICTIMAS. TODAS LAS VICTIMAS SON VICTIMAS. EL SUFRIMIENTO NO RECONOCE FRONTERAS NI IDEOLOGIAS. DESDE NUESTRA LEGITIMIDAD COMO AFECTADOS SEGUIREMOS INSISTIENDO.
Reparen ustedes en esta paradoja: lo que acabamos de decir es una textual reproducción de lo que han dicho al Parlamento español los afectados por los hechos del 11 de marzo de 2004 en Atocha.
Desde el lugar de víctimas nosotros decidimos, a poco de enterrar a nuestros hijos, exigir todas las responsabilidades. Las penales, las administrativas y las políticas. Sin embargo, cuando llegamos a estas últimas, creyendo en la letra y el espíritu de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, se nos imputó ser golpistas, macristas, animados del deseo de venganza, violentos, etc.
Pareciera que por pedir explicaciones a quienes pueden tener alguna responsabilidad, promovemos la desestabilización de un sistema. Así se resistió una interpelación al Jefe de Gobierno y, en su lugar, se pergeñó una visita de éste a la legislatura, con la consecuente limitación a los requerimientos y a las lógicas interrogaciones.
Pareciera que por pedir cuentas disputamos legitimidades. Así vino la convocatoria irregular al referéndum revocatorio, que fracasó. Que fracasó tristemente, por las adhesiones y por el silencio mediático que siguió a ese fracaso.
Pareciera que entonces, aunque frustrados por la ausencia de explicaciones, tampoco teníamos derecho a exigir un debate con el jefe de gobierno, reclamado infructuosamente en dos oportunidades.
A esa altura ya nos parecía que fuera una osadía el ejercicio perseverante, tenaz y decidido del derecho de petición consagrado desde hace dos siglos en la Constitución Nacional.
De ahí a interpretar como una afrenta la exigencia de que los representantes del pueblo de la ciudad de Buenos Aires ausculten los clamores de su sociedad, había un paso. Y el paso fue dado. Cuando los legisladores entendieron que era pertinente examinar la responsabilidad del jefe de gobierno, se calificó a ese proceso de golpe, de subversión, de afrenta a la institucionalidad.
Una trágica paradoja en un país cuya historia esta jalonada de víctimas: las de las guerras civiles, las de la campaña del desierto, las de la anarquía, las de la represión, las de los golpes, las de los bombardeos a plaza de mayo, las del 55, las de los azules y colorados, las del proceso, las de la triple A, etc. A pesar de esta historia aun puede dudarse de la legitimidad de las víctimas
Sin embargo, nuestro reclamo tiene la misma legitimidad que el de cualquiera de las victimas de esos hechos históricos y de los hechos cotidianos que a ellos se suman. Tiene la misma legitimidad que cualquier reclamo de rendición o de responsabilidad que formulen las víctimas de hechos similares en el mundo: las de las torres gemelas, las de Londres, o las de Atocha.
Ese reclamo es legítimo y es propio de las victimas. Es inajenable, inapropiable. Sólo a ellas les pertenece. De ninguna manera cabe asignarlo a pertenencias políticas o de cualquier otro sesgo. Nuevamente la voz de un grupo particular de víctimas es la voz universal de las víctimas. Dicen quienes lloran muertos en Atocha: ?en el intento de usurpar la voz de los afectados, de deslegitimarlos, de someterlos a un juego político ajeno y de intentar encasillarlos en tal o cual opción, los usurpadores se denuncian: es su guerra no la de las victimas. Aquellos que intenten identificar a las victimas con una determinada opción política, se equivocan. Cualquiera pudo viajar en alguno de esos trenes y cualquiera pudo morir en esos escenarios de horror? El azar y solo el azar dispuso que quienes estamos hoy aquí lo estemos como victimas y no fallecidos?.
Y decimos nosotros como nuestros hermanos de Atocha, cualquiera pudo estar en Cromañon y cualquiera pudo ser arrasado por el horror, o condenado a convivir con él en lo que le resta de su vida.
Esa comunidad es la que nos permitió leer la constitución de nuestra ciudad y entender como un derecho del ciudadano el reclamo de juicio político.
No fue temerario entender que medió algún mal desempeño superior, cuando el local que fue la tumba de nuestros hijos y el instrumento de suplicio de quienes los sobrevivieron, nunca tuvo inspecciones.
Tampoco fue temerario construir suposiciones cuando el otro local del mismo empresario gozó de similares o mejores prebendas, al punto que evitó clausuras a través de meras órdenes superiores transmitidas por handy.
No fue aventurado entender que mediaba responsabilidad de la dirección política si estas situaciones particulares se inscribían en una sistemática desarticulación de un sistema de inspección.
Tampoco lo fue considerar que mediaba responsabilidad del Jefe de Gobierno cuando él mismo pasó a disponibilidad 580 inspectores, atribuyéndoles constituir un focazo de corrupción, sin sumariarlos ni denunciarlos penalmente, ni tampoco privarlos de su remuneración que hasta el día de hoy perciben.
Menos aventurado fue juzgar que correspondía la responsabilidad del jefe de gobierno cuando éste reemplazó a aquellos 580 inspectores por otros 30 a los que les prohibió actuar de oficio y, en los hechos, delegó el poder de policía en el ciudadano con sus denuncias.
Tampoco es aventurado considerar al jefe de gobierno responsable de todos estos actos, cuando lo hizo para concentrar el control y la caja en unas pocas personas, cuya idoneidad, para colmo, radicaba en estar vinculadas con él a través de nexos familiares o afectivos.
No fue irracional juzgar que esta responsabilidad llegaba al jefe de gobierno de la ciudad cuando éste recibió personalmente dieciséis alertas específicas de que algo como Cromañon, una noche, cualquier noche, le iba a ocurrir a la ciudad, y nada hizo. Lo alertaron la Defensoría del Pueblo, la Legislatura, la Auditoria, la Asociación de Abogados de Buenos Aires, el Poder Judicial, los diarios, las cartas documentos, etc. Etc.
Tampoco es ilógico considerar responsable al jefe de gobierno, quien, como responsable máximo del Comando Operativo de Emergencia, se desentendió de la suerte de las víctimas, para procurar a la 1,30 de la mañana conocer el nombre del fiscal actuante y luego dedicarse a organizar el mensaje comunicacional de la masacre. Ese inacción, ese menosprecio, mató a muchos de los que hoy podrían estar vivos.
Y el juicio político confirmó estas afirmaciones, a través de las jornadas que se reflejan en las versiones taquigráficas, en los diarios, en las transmisiones televisivas, el periplo de los testigos.
La muerte de nuestros hijos, si bien absurda, tuvo causas y responsabilidades, políticas y penales.
Para que ese juicio político diera esos resultados fue esencial la actuación del presidente de la sala juzgadora, nada menos que el Presidente del Tribunal Superior de la Ciudad. Julio MAIER, de quien desconfiamos en los primeros días, y en cuya imparcialidad confiamos a partir de las primeras demostraciones de su desempeño. Maier logró un juicio político inmaculado, que ni siquiera la verba desencajada de Strassera pudo desconocer.
Gracias a él y a pesar de las maniobras y fraudes que la defensa cometió fuera del recinto (preparación de testigos con guiones, presiones, silenciamientos, maniobras mediáticas, etc.), el juicio se desplegó con contundencia. Tanta que si sólo fuera la conciencia lo que guíe el veredicto de los diputados, el resultado sería unánimemente anticipable.
Y reclamamos que así sea. Que cada legislador pueda votar con su conciencia. Nos basta con eso, una conciencia honesta y coraje cívico
Aunque para defender a la corporación política se afirme lo contrario, la institucionalidad exige lo mismo. Los juicios políticos se han pensado para que la patria demande, y cualquier demanda de la patria impone la honesta conciencia de los dirigentes, y no la primacía de intereses espurios.
A la sociedad le pedimos que nos acompañe en el reclamo, y que deposite confianza en la legislatura, sin presiones, ni nuestras, ni de los políticos.
A nuestro Presidente, a quien se quiere colocar como árbitro de la Ciudad, QUE DECLINE ESA PARTICIPACIÓN. Le pedimos prescindencia. Eso requiere la constitución nacional y la de la ciudad. Le pedimos que evite mezclarse con los Romagnoli o con los Borocotó.
Tambien se lo pedimos a la Senadora Cristina Fernandez de Kirchner, no porque creamos que aliente ninguna solución en particular, sino porque sabemos que otros se han escudado en su nombre para inclinar la decisión.
Si así ocurre, la Ciudad, la ciudad de los que han muerto y la de los que los sobreviven alcanzará la paz. Y la memoria de nuestros hijos y los sobrevivientes comenzará a homenajearse con algo de justicia.
GRACIAS
El Gran Grito Nacional
contra las papeleras...es Latinoamericano
Este sábado 25 a las 18 hs. convocamos a todos los ciudadanos, a los trabajadores, a las organizaciones sociales, políticas, a los ambientalistas e intelectuales honestos y a estudiantes a concentrarnos en la embajada de Uruguay (Av. Las Heras 1907) para gritar bien fuerte:
la tierra, la salud y la vida para los pueblos uruguayos y argentinos
Desde Buenos Aires encenderemos la chispa de la resistencia para encender la llama de la victoria
Si a la vida, Si a la decisión del pueblo
No a las papeleras
Pd: Traer una cacerola y un papel para hacer un bollo que depositaremos en la cancillería, demostrando la determinación del rechazo contra la instalación de las papeleras
Autoconvocados del Este contra las papeleras
Buenas tardes
Están aquí presentes Héctor Zerpa y su esposa, quienes a partir de la noche del 30 de diciembre de 2004, no sólo perdieron a su hijo Gustavo, sino todo contacto con su cuerpo, y fueron obligados por el descontrol, la desorganización y la incuria, a enterrar un hijo ajeno y a trocarlo por el propio recién 41 días después.
También están presentes Armando Canziani y su esposa Mimí, quienes luego de 24 horas de solitaria y azarosa búsqueda de su hija María Soledad, hallaron su cadáver. Dos días después fueron nuevamente lacerados con la entrega del cuerpo de María Soledad absolutamente deformado y en estado de descomposición.
También están presentes Federico, Lucía y Florencia. Florencia nació de nuevo el 30 de diciembre, cuando su hermana Lucía la rescató de la fila de los muertos en la que había sido colocado por culpa de la negligencia de los escasos médicos que estaban en el lugar.
Y como ellos muchos otros padres y muchos otros sobrevivientes que lloraron iguales pérdidas, padecieron similares vejámenes, y que hoy conviven con parecidos horrores.
Y un número importante de jóvenes (el que admite este pequeño lugar) que con su presencia testimonian el reclamo que toda la juventud viene haciendo desde que el 30 de diciembre de 2004 una masacre tronchó su alegría y daño severamente su esperanza.
En definitiva, están aquí las víctimas.
Frente a ellos queremos reinstaurar en la sociedad y en las autoridades, la memoria de los que ya no están.
Nuestros hijos. A aquellos 194 que nos fueron arrancados. Pero que a pesar de eso están en nuestros corazones, en nuestra memoria y en nuestro destino. Para nosotros siguen teniendo un rostro y un nombre: Yasmin, Adolfo, ?
Queremos que los tengan presentes porque parecen haberse fugado del recuerdo de la ciudad y de sus vecinos. Parecen estar ocultos tras las mezquindades de los responsables, condenados a aparecer sólo en los avisos de conmemoración necrológica y apagado su clamor por los ruidos mediáticos. Y sin embargo fueron hijos de la ciudad robados a esta hace solamente un año. Y nada menos que 194. Con cuanta razón nos ha dicho el Cardenal Bergoglio: ?ciudad distraída, ciudad dispersa, ciudad egoísta: llorá. Te hace falta ser purificada por las lagrimas?nos hace falta llanto en Buenos Aires?
Por la misma razón también queremos que tengan presentes a los que necesitan recuperar la sonrisa. A aquellos que ese 30 de diciembre tan cercano, conservaron la vida a costa de no volver a soñar, a costa de tener grabado el horror en sus rostros. Algunos de ellos están aquí, no podían estar todos ya que son muchos, muchísimos. También ellos parecen haberse fugado de la memoria de la ciudad.
Y de igual manera queremos que tengan presentes a las familias. A las 194 familias que lloran muerte, y a las cuatro mil familias que conviven con el horror, la desesperanza, la incertidumbre, el desaliento y hasta la muerte en vida.
El 30 de diciembre, los que murieron, los que sobrevivieron y sus familias eran inocentes. Todos éramos inocentes y todos somos inocentes y esto, que debería ser obvio, no debe olvidarse jamás.
Sin embargo todos,
los que murieron
los que los sobrevivieron
sus familias
y los jóvenes, que claman por sus novios, novias, amigos, conocidos, compañeros, vecinos, compinches
aparecen hoy como culpables.
Culpables de un golpe institucional.
Culpables de impedirle a un mandatario regularmente elegido concluir su mandato.
Culpables de la promoción de un juicio político que no guardaría las formas.
Culpables de pretender remover a un jefe de gobierno por mal desempeño.
Culpables de dificultar acuerdos de reparto de poder preexistentes a sus reclamos.
Y en esta atribución de culpabilidades, se muestra a los muertos, a sus padres, a los sobrevivientes y a sus familias, como solidariamente consustanciados en un propósito desestabilizador, malvado. Similar, si se quiere, al que animó a las juntas de comandantes durante la dictadura. La apostasía de la democracia en manos de los familiares de las victimas.
Y de esta embriaguez de la razón, debe rescatarse una obviedad: los señalados culpables son sólo víctimas.
REIVINDICAMOS LA LEGITIMIDAD INCUESTIONABLE QUE NOS OTORGA LA CONDICION DE VICTIMAS. TODAS LAS VICTIMAS SON VICTIMAS. EL SUFRIMIENTO NO RECONOCE FRONTERAS NI IDEOLOGIAS. DESDE NUESTRA LEGITIMIDAD COMO AFECTADOS SEGUIREMOS INSISTIENDO.
Reparen ustedes en esta paradoja: lo que acabamos de decir es una textual reproducción de lo que han dicho al Parlamento español los afectados por los hechos del 11 de marzo de 2004 en Atocha.
Desde el lugar de víctimas nosotros decidimos, a poco de enterrar a nuestros hijos, exigir todas las responsabilidades. Las penales, las administrativas y las políticas. Sin embargo, cuando llegamos a estas últimas, creyendo en la letra y el espíritu de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, se nos imputó ser golpistas, macristas, animados del deseo de venganza, violentos, etc.
Pareciera que por pedir explicaciones a quienes pueden tener alguna responsabilidad, promovemos la desestabilización de un sistema. Así se resistió una interpelación al Jefe de Gobierno y, en su lugar, se pergeñó una visita de éste a la legislatura, con la consecuente limitación a los requerimientos y a las lógicas interrogaciones.
Pareciera que por pedir cuentas disputamos legitimidades. Así vino la convocatoria irregular al referéndum revocatorio, que fracasó. Que fracasó tristemente, por las adhesiones y por el silencio mediático que siguió a ese fracaso.
Pareciera que entonces, aunque frustrados por la ausencia de explicaciones, tampoco teníamos derecho a exigir un debate con el jefe de gobierno, reclamado infructuosamente en dos oportunidades.
A esa altura ya nos parecía que fuera una osadía el ejercicio perseverante, tenaz y decidido del derecho de petición consagrado desde hace dos siglos en la Constitución Nacional.
De ahí a interpretar como una afrenta la exigencia de que los representantes del pueblo de la ciudad de Buenos Aires ausculten los clamores de su sociedad, había un paso. Y el paso fue dado. Cuando los legisladores entendieron que era pertinente examinar la responsabilidad del jefe de gobierno, se calificó a ese proceso de golpe, de subversión, de afrenta a la institucionalidad.
Una trágica paradoja en un país cuya historia esta jalonada de víctimas: las de las guerras civiles, las de la campaña del desierto, las de la anarquía, las de la represión, las de los golpes, las de los bombardeos a plaza de mayo, las del 55, las de los azules y colorados, las del proceso, las de la triple A, etc. A pesar de esta historia aun puede dudarse de la legitimidad de las víctimas
Sin embargo, nuestro reclamo tiene la misma legitimidad que el de cualquiera de las victimas de esos hechos históricos y de los hechos cotidianos que a ellos se suman. Tiene la misma legitimidad que cualquier reclamo de rendición o de responsabilidad que formulen las víctimas de hechos similares en el mundo: las de las torres gemelas, las de Londres, o las de Atocha.
Ese reclamo es legítimo y es propio de las victimas. Es inajenable, inapropiable. Sólo a ellas les pertenece. De ninguna manera cabe asignarlo a pertenencias políticas o de cualquier otro sesgo. Nuevamente la voz de un grupo particular de víctimas es la voz universal de las víctimas. Dicen quienes lloran muertos en Atocha: ?en el intento de usurpar la voz de los afectados, de deslegitimarlos, de someterlos a un juego político ajeno y de intentar encasillarlos en tal o cual opción, los usurpadores se denuncian: es su guerra no la de las victimas. Aquellos que intenten identificar a las victimas con una determinada opción política, se equivocan. Cualquiera pudo viajar en alguno de esos trenes y cualquiera pudo morir en esos escenarios de horror? El azar y solo el azar dispuso que quienes estamos hoy aquí lo estemos como victimas y no fallecidos?.
Y decimos nosotros como nuestros hermanos de Atocha, cualquiera pudo estar en Cromañon y cualquiera pudo ser arrasado por el horror, o condenado a convivir con él en lo que le resta de su vida.
Esa comunidad es la que nos permitió leer la constitución de nuestra ciudad y entender como un derecho del ciudadano el reclamo de juicio político.
No fue temerario entender que medió algún mal desempeño superior, cuando el local que fue la tumba de nuestros hijos y el instrumento de suplicio de quienes los sobrevivieron, nunca tuvo inspecciones.
Tampoco fue temerario construir suposiciones cuando el otro local del mismo empresario gozó de similares o mejores prebendas, al punto que evitó clausuras a través de meras órdenes superiores transmitidas por handy.
No fue aventurado entender que mediaba responsabilidad de la dirección política si estas situaciones particulares se inscribían en una sistemática desarticulación de un sistema de inspección.
Tampoco lo fue considerar que mediaba responsabilidad del Jefe de Gobierno cuando él mismo pasó a disponibilidad 580 inspectores, atribuyéndoles constituir un focazo de corrupción, sin sumariarlos ni denunciarlos penalmente, ni tampoco privarlos de su remuneración que hasta el día de hoy perciben.
Menos aventurado fue juzgar que correspondía la responsabilidad del jefe de gobierno cuando éste reemplazó a aquellos 580 inspectores por otros 30 a los que les prohibió actuar de oficio y, en los hechos, delegó el poder de policía en el ciudadano con sus denuncias.
Tampoco es aventurado considerar al jefe de gobierno responsable de todos estos actos, cuando lo hizo para concentrar el control y la caja en unas pocas personas, cuya idoneidad, para colmo, radicaba en estar vinculadas con él a través de nexos familiares o afectivos.
No fue irracional juzgar que esta responsabilidad llegaba al jefe de gobierno de la ciudad cuando éste recibió personalmente dieciséis alertas específicas de que algo como Cromañon, una noche, cualquier noche, le iba a ocurrir a la ciudad, y nada hizo. Lo alertaron la Defensoría del Pueblo, la Legislatura, la Auditoria, la Asociación de Abogados de Buenos Aires, el Poder Judicial, los diarios, las cartas documentos, etc. Etc.
Tampoco es ilógico considerar responsable al jefe de gobierno, quien, como responsable máximo del Comando Operativo de Emergencia, se desentendió de la suerte de las víctimas, para procurar a la 1,30 de la mañana conocer el nombre del fiscal actuante y luego dedicarse a organizar el mensaje comunicacional de la masacre. Ese inacción, ese menosprecio, mató a muchos de los que hoy podrían estar vivos.
Y el juicio político confirmó estas afirmaciones, a través de las jornadas que se reflejan en las versiones taquigráficas, en los diarios, en las transmisiones televisivas, el periplo de los testigos.
La muerte de nuestros hijos, si bien absurda, tuvo causas y responsabilidades, políticas y penales.
Para que ese juicio político diera esos resultados fue esencial la actuación del presidente de la sala juzgadora, nada menos que el Presidente del Tribunal Superior de la Ciudad. Julio MAIER, de quien desconfiamos en los primeros días, y en cuya imparcialidad confiamos a partir de las primeras demostraciones de su desempeño. Maier logró un juicio político inmaculado, que ni siquiera la verba desencajada de Strassera pudo desconocer.
Gracias a él y a pesar de las maniobras y fraudes que la defensa cometió fuera del recinto (preparación de testigos con guiones, presiones, silenciamientos, maniobras mediáticas, etc.), el juicio se desplegó con contundencia. Tanta que si sólo fuera la conciencia lo que guíe el veredicto de los diputados, el resultado sería unánimemente anticipable.
Y reclamamos que así sea. Que cada legislador pueda votar con su conciencia. Nos basta con eso, una conciencia honesta y coraje cívico
Aunque para defender a la corporación política se afirme lo contrario, la institucionalidad exige lo mismo. Los juicios políticos se han pensado para que la patria demande, y cualquier demanda de la patria impone la honesta conciencia de los dirigentes, y no la primacía de intereses espurios.
A la sociedad le pedimos que nos acompañe en el reclamo, y que deposite confianza en la legislatura, sin presiones, ni nuestras, ni de los políticos.
A nuestro Presidente, a quien se quiere colocar como árbitro de la Ciudad, QUE DECLINE ESA PARTICIPACIÓN. Le pedimos prescindencia. Eso requiere la constitución nacional y la de la ciudad. Le pedimos que evite mezclarse con los Romagnoli o con los Borocotó.
Tambien se lo pedimos a la Senadora Cristina Fernandez de Kirchner, no porque creamos que aliente ninguna solución en particular, sino porque sabemos que otros se han escudado en su nombre para inclinar la decisión.
Si así ocurre, la Ciudad, la ciudad de los que han muerto y la de los que los sobreviven alcanzará la paz. Y la memoria de nuestros hijos y los sobrevivientes comenzará a homenajearse con algo de justicia.
GRACIAS
El Gran Grito Nacional
contra las papeleras...es Latinoamericano
Este sábado 25 a las 18 hs. convocamos a todos los ciudadanos, a los trabajadores, a las organizaciones sociales, políticas, a los ambientalistas e intelectuales honestos y a estudiantes a concentrarnos en la embajada de Uruguay (Av. Las Heras 1907) para gritar bien fuerte:
la tierra, la salud y la vida para los pueblos uruguayos y argentinos
Desde Buenos Aires encenderemos la chispa de la resistencia para encender la llama de la victoria
Si a la vida, Si a la decisión del pueblo
No a las papeleras
Pd: Traer una cacerola y un papel para hacer un bollo que depositaremos en la cancillería, demostrando la determinación del rechazo contra la instalación de las papeleras
Autoconvocados del Este contra las papeleras